Javier Reverte soñaba desde niño con África y ha viajado en varias ocasiones a países donde la palabra «aventura» adquiere su verdadero significado. Ahora, diez años después de cerrar su famosa trilogía africana, regresa a este continente en su nuevo libro, «Colinas que arden, lagos de fuego«.
«Volver a las colinas, las praderas, los bosques y los lagos del este de África, después de varios años de ausencia, acelera los latidos del corazón y renueva los fluidos del espíritu», afirma Reverte en el prólogo de este nuevo libro, publicado por Plaza & Janés y que hoy presentó el autor en un encuentro con la prensa, acompañado por el editor Javier Trías.
Este libro es fruto en realidad de dos viajes, en los que, a diferencia de lo que suele hacer este escritor, no fue en solitario sino acompañado por amigos y familiares. El primero lo llevó desde Nairobi hasta el lago Turkana, y en el segundo cubrieron la ruta entre Dar-es-Salaam y el lago Tanganika.
«Viajes, pues, de colinas y llanuras calcinadas por el sol y de superficies lacustres cuyas aguas parecían hervir. Viajes de polvo y sudor, de euforia y miedo», dice este escritor que ha conquistado decenas de miles de lectores con sus libros.
Cuando terminó la trilogía africana («El sueño de África», «Vagabundo en África» y «Los caminos perdidos de África»), Reverte pensó que no tenía «nada más que decir» sobre este continente y que no iba a tener «ganas de volver», porque se trata de unas tierras que «fatigan» si se viaja como hace él, «en plan mochilero, no como turista».
Pero África «es como una mala mujer de la que por alguna razón te has enamorado, y vuelves una y otra vez a ella», aseguraba hoy Reverte al tratar de explicar el porqué de tanto viaje a este continente por el que siente pasión.
Él intenta meterse «en la verdadera África» y huye de los «resorts» de lujo y de los safaris, porque en su literatura trata de captar la esencia del país que recorre y le gusta conectar con la gente. Para eso, «hay que caminar como los africanos caminan y vivir donde ellos viven», por muy pobre que sea la aldea.
Acompañado hoy por algunos de los familiares y amigos que viajaron con él, entre ellos su hermano, el escritor Jorge Martínez Reverte, el autor de «Colinas que arden…» contó que la ruta por el norte de Kenia la hicieron en 2008, en una época en la que el oeste del país y la propia Nairobi «vivían tiempos de revolución y matanzas».
«Todo el mundo nos aconsejaba no ir, pero, como íbamos a otras zonas, decidimos viajar y fue un acierto, porque no había turistas, que en seguida se asustan. No había blancos, y conocimos un África mucho más auténtica», señalaba Reverte con esa pasión que pone al hablar de sus viajes.
Esa ruta la hicieron en gran medida «andando» -«nunca había caminado tanto por África», aseguraba- y, aunque no los veían, sabían que estaban «rodeados por animales salvajes». Por las mañanas, al despertar en los campamentos, veían huellas de hienas, elefantes, y por las noches «había un clamor de ruidos de aves y rugidos de leones», contó el escritor.
«Fue un viaje por África como pudo haberlo sido hace veinte siglos», comentó.
El segundo viaje, en 2009, tenía como propósito fundamental entrar en el parque de Selous, el territorio «más bravío» del continente y de una extensión casi igual a la de Suiza, y, sobre todo, alcanzar el lago Tanganika y embarcarse en «el mítico» transbordador «Liemba», construido por los alemanes en la Primera Guerra Mundial.
Ese barco fue hundido por los propios alemanes, pero al perder la guerra y pasar el Tanganika a depender de Inglaterra, fueron los ingleses los que lo reflotaron.
Sigue funcionando como transbordador, y es esencial para muchos poblados que no tienen otro medio de transporte. «Es un barco muy primitivo», en el que suelen viajar unos mil pasajeros cuando no deberían ir más de 600. Pero «es muy bueno para conocer la esencia humana de África».
Reverte y sus amigos pasaron cinco días en ese barco «en el que las condiciones sanitarias son muy malas, hay poca comida y donde casi toda la gente que viaja va a Tanzania huyendo de la miseria». Fueron «días de calor, de hambre, de tristeza de ánimo alrededor, pero también de aventura».
En estos nuevos viajes a África, Reverte ha observado «pocos cambios». Ha notado ciertas mejoras en el parque automovilístico y algún hotel de lujo más, pero «la miseria sigue siendo igual, hay muy pocos caminos asfaltados, y la higiene y la sanidad siguen igual de mal». La gente «continúa matándose en las zonas en conflicto».
Madrid, 24 may (EFE)