El escritor Isaac Rosa refleja en su nueva novela, «La mano invisible«, la deshumanización creciente del mundo laboral y lo «humillantes e inhumanos» que resultan muchos trabajos, en especial «en una época de terror económico» y de crisis como la que se vive actualmente.
Publicado por Seix Barral, este nuevo libro de Rosa (Sevilla, 1974) supone una valiente y dura inmersión en un tema tan poco frecuente en la narrativa española como el de las relaciones laborales, quizá porque, como afirmaba hoy el autor en una entrevista con Efe, «la literatura dominante refleja el pensamiento de la clase dominante».
«La literatura comparte algo común a la sociedad, que es evitar el conflicto. La sociedad española parece ‘conflictofóbica’ y la novela participa de esa visión», señala este escritor, cuya obra ha sido galardonada con premios como el Rómulo Gallegos y el Andalucía de la Crítica («El vano ayer») y el de la Fundación J.M.Lara («El país del miedo»).
Rosa está convencido de que «lo que mueve el mundo realmente es el trabajo» y, sin embargo, se habla poco o nada de numerosas profesiones sin las cuales a la sociedad actual le sería difícil subsistir: desde el mecánico o el carnicero hasta el trabajador en cadena, el albañil o la limpiadora.
Su novela pretende también «visibilizar algunos de los trabajos más penosos e ingratos», de esos que parecían haber «desaparecido con el desarrollo digital pero que siguen estando ahí».
En «La mano invisible» el único protagonista es el trabajo. El que realizan una serie de profesionales (un albañil, un mecánico, una teleoperadora, un carnicero y una costurera, entre otros) que son contratados para que desarrolle cada uno su especialidad y lo haga en una gran nave en la que hay espectadores.
Ninguno de ellos sabe muy bien qué hace allí, pero aceptan las condiciones que les imponen, incluso cuando estas empeoran con el paso de los días.
Isaac Rosa no cree que se pueda evitar la creciente deshumanización en el trabajo, y en ese sentido se muestra «pesimista».
Las preguntas de fondo que hay en la novela son las que muchos trabajadores se hacen a diario: «¿Por qué, pasándolo mal en el trabajo, aguanto? ¿Por qué, si sabemos que nos están explotando, nos volvemos incluso más sumisos y manifestamos esa ‘docilidad de bestia de tiro resignada’ de la que habla Simone Weil en la cita inicial de la novela?», comenta Rosa.
«La mano invisible» empezó a gestarse mucho antes de la crisis, y Rosa sabe que quizá no sea ahora el mejor momento para plantearse todas estas cuestiones, justo «cuando el deterioro de las condiciones laborales es mucho mayor, es total».
«Es cierto que estamos ahora mismo aterrorizados; vivimos un terror económico, a diario nos desayunamos con portadas de periódicos, boletines de radio y telediarios en los que nos están asustando. No sabemos si mañana cae Grecia y luego lo harán los bancos. Es un panorama terrorífico».
En ese «apretar las tuercas» que sufre el trabajador, «puede llegar un momento en que la tuerca no dé más de sí y se acabe rompiendo», opina el escritor.
«Deberíamos replantearnos si de alguna manera se ha roto el pacto que hacía posible las relaciones laborales, si se viene abajo todo aquello que nos amortiguaba ese malestar y nos permitía seguir trabajando para tener un cierto nivel de consumo, tener seguridad social, un plan de pensiones mañana», aconseja Rosa.
El trabajo no solo «es invisible en la literatura»; lo es también en la sociedad. «En los telediarios se utilizan como recursos de imagen cuando dan noticias referidas al mundo laboral, pero esos trabajadores, que son la mayoría de la población, siguen estando en la invisibilidad», añade.
Con esta novela, Isaac Rosa parece también llevarle la contraria al escritor José Luis Pardo, quien en su ensayo «Nunca fue tan hermosa la basura» afirma que «el trabajo, en sí mismo considerado, parece ser, en efecto, inenarrable».
«La mano invisible», dice su autor, es una prueba de que «sí se puede escribir sobre el trabajo», con lo cual las razones de su invisibilidad son otras» y, si no está presente en la literatura española es porque «los temas sociales tienen poca cabida en ella».
Además, con frecuencia el escritor acaba convirtiéndose en el propio protagonista de su obra, y «cada vez hay más novelas en la que el propio argumento es el escritor escribiendo su libro», afirma Rosa, quien siente «un cierto cansancio» ante este tipo de literatura «encerrada en sí misma».
Madrid, 12 sep (EFE)