El escritor y diplomático Fernando Schwartz dice que siempre le había parecido que faltaba reflejar «con precisión» la Transición vista desde el barrio de Salamanca de Madrid, desde esa sociología aristocrática y franquista que él conoce desde dentro. Ahora, pasado ya el tiempo, publica «Viví años de tormentas«.
Una novela que sale estos días a la calle editada por Espasa, y que comienza con el asesinato de Carrero Blanco y que pone punto final con los atentados del 11-M, en la estación de Atocha.
«Viví años de tormenta» es un «Cuéntame» personal, que en vez de situarse en el barrio madrileño de San Genaro de los Alcántara, se ubica en la antiguamente llamada «zona nacional», en el barrio de Salamanca, con aristócratas riquísimos, diplomáticos y hacendados.
«Me parece que faltaba una explicación cabal de lo que aquella gente pensaba, sentía y vivía, y que yo conocí porque era mi entorno», explica a Efe Fernando Schwartz (Ginebra, 1937).
«Cuando se habla de la muerte de Franco -sostiene el autor-, nos sale a casi todos ese pulso de rebeldía, porque Franco era un maldito, pero creo que valía la pena explicar por qué esa gente siguió siendo franquista por los menos durante dos elecciones democráticas».
Según el escritor, este círculo «tuvo mucha influencia de la iglesia, mucha presión de la misma, y contaron con una larga historia de privilegios; y, claro, renunciar a esos privilegios de la mañana a la noche les suponía un esfuerzo que no estaban dispuestos a ejercer», reconoce.
Y describir todo ese fresco humano es lo que hace en esta novela Fernando Schwartz, quien durante más de veinte años ejerció como diplomático. Fue premio Planeta por «El desencuentro» o Primavera de Novela en 2006 por «Vichy 1940», y durante años presentador de televisión en «Lo más plus».
«Viví años de tormenta» es para su autor una novela muy importante en su vida, y que llevaba mucho tiempo pergeñando. «Necesitaba cierta distancia para olvidar y racionalizar y ahora ha sido el momento», destaca el escritor, al tiempo que asegura que «no es ningún ajuste de cuentas y que, a pesar de que hay nombres reales, todo es pura ficción».
La novela comienza con un hecho que vertebra toda la narración y que le sucede a la médico Lola Ruiz de Olara, hija de una familia aristócrata, y protagonista que tira el hilo de la memoria, a raíz de ser acusada de haber practicado la eutanasia a un niño, de haberlo sedado hasta la muerte.
Un hecho que le sirve al autor para reflexionar sobre la eutanasia, una practica que en su opinión divide a la sociedad española, como la transición dividió a franquistas o demócratas.
Pero este ‘leit motiv’, que late en la novela hasta que se resuelve, es el armazón de un barco en el que también viajan Franco, Carmen Polo, Carrero Blanco, Fraga, Solís Ruiz, el empresario y político liberal Juan Lladó, el diplomático Sir John Riothesley Russell, Adolfo Suárez, ETA, los curas, o todo el episodio del 23-F.
«El 23-F fue mucho más intenso y más interesante que el juego de las pistolas en el Congreso -prosigue el autor-, porque aquí sí que hubo una línea divisoria entre los que deseaban la libertad y los franquistas».
«Y en ese momento, este tipo de gente se retiró de la vida política activa. Vieron que no tenían ninguna capacidad para salvar el país, como ellos querían. Y los más sensatos decidieron que había que callarse», añade.
Schwartz quiere precisar que la gente, como él, que vivió la muerte de Franco y la Transición y que vio con cierto «agradecimiento» el atentado de Carrero Blanco, luego sintieron vergüenza. «Francamente, no te puedes alegrar de la muerte de nadie y estuvimos un poco ciegos», recalca.
El libro también tiene palabras de cariño y agradecimiento hacia la figura de Adolfo Suárez. «Le tengo gran estima y siempre me pareció un ratón que engañó a todos. Manejó el barco con gran habilidad y de una forma mucho más sincera de lo que la gente cree», concluye.
Madrid, 21 feb (Carmen Sigüenza / EFE)