Este mes de enero, en nuestro Club de lectura hemos comenzado la 27ª lectura conjunta, con el libro ‘La bibliotecaria de Auschwitz‘, de Antonio G. Iturbe.
Antonio González Iturbe, zaragozano afincado en Barcelona, además de participar en el Club en la lectura conjunta de su libro, ha respondido amablemente a nuestras preguntas.
¡¡Muchas gracias, Antonio!! y ¡¡Muchos éxitos!!
La entrevista completa a partir del salto.
Ficha:
Nombre: Antonio González Iturbe.
Edad: 45 años.
Lugar de nacimiento: Zaragoza.
Lugar de residencia: Barcelona.
Aficiones: leer, jugar con mis hijos… soñar.
Libros favoritos: Lord Jim, La conjura de los necios, Memorias de África, El Principito, El Quijote… ¡hay tantos!
¿Qué libro has “releído más veces? ¿Cuántas?
El Principito. No sabría decir cuántas, vuelvo a él, merodeo unas páginas. Mi relación con él está fuera de las Matemáticas.
Libro/s que no pudiste terminar.
El Ulises de Joyce es el que más me pesa.
Recuerdas una cita o un momento de algún libro especial.
Hay tantas y tantos… pero hay unas líneas que han sido para mí una guía de vida: la introducción a La Insoportable levedad del ser de Milan Kundera, que es otro de mis libros fetiche. Allí Kundera explica de manera brillante cómo si todo en la vida es seriedad, rigor, autoexigencia y peso acabas aplastado. Pero si todo es frivolidad y levedad, terminas flotando disperso como una hoja al viento sin ton ni son. Nos viene a decir, que el sutil equilibrio entre la levedad y el peso es el cable de funambulista por el que pasar la vida de la mejor manera posible. Y yo creo en eso.
Autor/es favorito/s:
Joseph Conrad, Cervantes, John Kennedy Toole, Jaroslav Hasek, Isak Dinesen, Tolstoi, García Márquez, Saint-Exupéry, Muñoz Molina, Javier Marías, Luis Landero…
¿Ha influido alguno de ellos en tu escritura?
¡Ojalá!
¿Cuándo y por qué comenzaste a escribir?
El cuándo es impreciso, anterior a los propios recuerdos. Me recuerdo siempre escribiendo: las redacciones del colegio que tanto me gustaban, notas en pequeñas libretas, pequeñas historias, chistes que inventaba… ¿Por qué escribir? Quién sabe, forma parte de las pulsiones de cada uno, como el que sale a caminar sin rumbo o quien resuelve puzzles. Supongo que uno escribe porque tiene la vana ilusión de que puede detener el tiempo, lograr que los recuerdos se fijen en un papel y no se deshagan. Una ilusión como cualquier otra.
Tu primer libro, ¿muchos agentes, muchos rechazos?
Mis primeros libros, al menos un par de novelas completas, no han salido nunca del cajón, donde deben estar porque son malísimos. La primera novela que escribí y que quise publicar fue “Días de sal” y me costó publicarla. Tuve bastantes rechazos. Muchos no eran rechazos, sino mero silencio administrativo: sin respuesta. Yo no soy de insistir. Si no me contestan, no insisto. Quiero que me publiquen porque les guste de verdad lo que hago, no por pesado. Finalmente, en Destino me dijeron que les interesaba mucho, que tenían unos informes de lectura estupendos y después de entretenerme casi un año, tampoco la publicaron. Al final terminé publicando antes otra novela posterior (Rectos torcidos). Días de sal acabó saliendo tres años más tarde en La Otra Orilla. Estas cosas siempre son azarosas.
¿Manías a la hora de escribir?
Toco y retoco mucho, tal vez demasiado. Pero a la vez lo hago de manera desordenada. Empiezo a corregir por cualquier parte.
¿Tienen importancia las redes sociales en la proyección de un autor hoy en día?
Pues parece que sí. Yo no tengo ni Facebook ni Twitter, pero hago mal, claro.
¿Tienes nuevos proyectos, tendremos que esperar mucho?
Ahora he de dedicar unos meses a mis libros infantiles de la serie del Inspector Cito, que me dan muchas alegrías. Y voy a preparar una nueva serie infantil. Después, empezaré con una novela larga para adultos, pero rápido no soy. Llevará un tiempo. Años…
Sobre el libro:
Sobre el fango negro de Auschwitz que todo lo engulle, Fredy Hirsch ha levantado en secreto una escuela. En un lugar donde los libros están prohibidos, la joven Dita esconde bajo su vestido los frágiles volúmenes de la biblioteca pública más pequeña, recóndita y clandestina que haya existido nunca. En medio del horror, Dita nos da una maravillosa lección de coraje: no se rinde y nunca pierde las ganas de vivir ni de leer porque, incluso en ese terrible campo de exterminio, «abrir un libro es como subirte a un tren que te lleva de vacaciones». Una emocionante novela basada en hechos reales que rescata del olvido una de las más conmovedoras historias de heroísmo cultural.
¿Por qué esa época y esa localización?
Yo no busqué el tema, me tropecé con él. Ni siquiera estaba leyendo un libro de la Segunda Guerra Mundial (que no suelo), sino un libro de libros: “La biblioteca de noche” de Alberto Manguel. Pero no me interesó tanto el lugar y la época como el símbolo: esta pequeña biblioteca podría haber estado en muchos rincones oscuros de la historia.
¿Se basan tus personajes en alguna persona real?
Menos un par de secundarios para hacer fluir la voz del narrador, todos los personajes se basan en personajes reales, algunos con sus nombres y apellidos reales. La protagonista se basa en Dita Kraus, la muchacha de 14 años que manejaba los libros en el barracón 31 del campo BIIB de Auschwitz-Birkenau.
De los personajes de esta novela, ¿Te sientes identificado con alguno? o ¿Hacia cuál sientes más “simpatía” y cuál menos?
Me fascina mucho Fredy Hirsch, un hombre extraordinario y torturado. Pero claro, todas mis simpatías y mi afecto son para Dita, esa muchacha que en medio del mayor de los horrores no perdía la sonrisa.
¿Cuánto tardaste en escribirla?
Cerca de cinco años.
¿Cuáles han sido tus fuentes o métodos para documentarte?
Libros de historia, biografías, artículos, la visita personal al campo de Auschwitz y al gueto de Terezín y el contacto directo con un protagonista del libro.
Sin desvelar demasiado, ¿qué encontrarán los lectores en esta novela?
Asistirán a un hecho que a mí me dejó estupefacto al saber de él: en medio del mayor barrizal físico y moral que ha conocido la historia, un grupo de internos encabezados por Fredy Hirsch desobedecieron a los nazis y convirtieron un barracón de niños en una escuela. Incluso lograron reunir un puñado de viejos libros y armar una minúscula biblioteca clandestina. Ver que en la más negra de las oscuridades que uno pueda imaginar, una escuela y unos pocos libros fueron una pequeña luz que iluminó un poco sus vidas, para mí fue algo emocionante. Y es lo que he tratado de contar en este libro, con mejor o peor acierto. Con la ilusión de que el tiempo no borre esta historia que a mí tanto me ha enseñado sobre la dignidad y la fuerza de las pequeñas cosas… como los libros.
Madrid, 9 ene. (Nuria García Ibáñez / Quelibroleo)
una entrevista muy sabrosa, por lo explicativa y ademas estupenda, que a no dudar, te deja con unas anas increibles de leer el libro