«Somos dos observadores con muy pocos prejuicios y nos transmitimos las cosas con alegría», ha manifestado este jueves Elvira Lindo. La escritora desvela los mayores secretos de su estancia en Nueva York en su nuevo libro, titulado Lugares que no quiero compartir con nadie (Seix Barral).
En 2004 nombraron a su marido, Antonio Muñoz Molina, director del Instituto Cervantes de Nueva York, y fue entonces cuando se mudaron a la gran manzana. Sin embargo, años antes, cuando «aún se podía fumar en los aviones y se podía estirar las piernas en clase turista», la ciudad se convirtió en el lugar donde vivieron su primera semana juntos, según ha señalado en declaraciones a los medios.
Lindo (Cádiz, 1962) recoge en esta obra los sitios «auténticos», aquellos que «se pueden transitar todos los días», y construye un «diario cotidiano» de su experiencia en la gran ciudad, aunque confiesa que en un primer momento no quería desvelarlos todos. «Ya existen muy buenas guías», afirma.
El Nueva York que Elvira Lindo descubre es «flexible», «tolerante», «muy americano», «generoso», «exigente», «maniático» y «con mucha energía». No le preocupa hablar de un restaurante, a escasos metros de su casa, en el que se come muy bien, a pesar de que su aspecto sea muy normal, y que quizás este sea el único libro del mundo que lo incluirá entre sus páginas.
Revela que no tardó mucho en escribir Lugares que no quiero compartir con nadie, pero sí le llevó mucho tiempo conocerlos, porque «para descubrir los aspectos más sutiles es importante pasar un tiempo allí». «Hay pequeños secretos de la vida que te llaman la atención», añade.
NUEVA YORK: MITOS Y COSTUMBRES
Se describe como «una persona que se salta las normas con mucha facilidad», por lo que confiesa lo mucho que le costó asimilar una de esas manías, la de permanecer en la fila estoicamente. «En España vas a pagar y sabes detrás de quién estas, pero eso allí les pone de los nervios», señala.
Es su recorrido personal por Nueva York, Lindo desmonta varios mitos, como el de la comida –«se puede ganar kilos comiendo mal, pero también muy bien»–, el de los gimnasios y los guapos deportistas, o la sofisticación y la elegancia. «La gente piensa que vivir allí es estar de copas y en actos sociales todo el tiempo», indica sorprendida.
Además de bares, restaurantes, calles y paisajes cinematográficos, la autora de Manolito gafotas habla de todo aquello que le ha aportado la ciudad más cosmopolita del mundo, porque, afirma, «lo que más esfuerzo te cuesta es aquello de lo que más aprendes».
Por ello, mejorar el idioma, enfrentarse a otras culturas y aprender a aceptarlas, o prescindir de esa costumbre «tan española» de «contestar automáticamente» a algo, son algunas de sus experiencias más valiosas. «Me siento extranjera pero también neoyorquina», admite.
Esa tolerancia y generosidad de la que habla aquí, alcanza incluso el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, de tendencia conservadora, quien «entiende muy bien la ciudad en la que está y su espíritu abierto». «Es más fácil para un europeo adecuarse a un país en el que se puede caminar», explica.
MADRID, 1 Dic. (EUROPA PRESS)