Desde que empezaron a saltar a la prensa noticias de bebés robados y vendidos, la escritora Clara Sánchez se hizo «cómplice de la tragedia de esas familias» y decidió recrearla en «Entra en mi vida«, una historia de luchas psicológicas impregnada de sentimientos y traiciones, de miedos y engaños.
«Nadie está a salvo del abuso, ni siquiera un recién nacido», afirma Sánchez en una entrevista con Efe con motivo de la publicación de esta nueva novela suya, que llega tras el éxito obtenido por la anterior, «Lo que esconde tu nombre«, galardonada con el Premio Nadal 2010.
De aquella novela se han vendido en España 150.000 ejemplares y en Italia «ha sido impresionante». Va por las 400.000 copias y el año pasado fue uno de los libros más vendidos en ese país.
Sin haberlo pretendido, su nueva novela, publicada por Destino, aborda un tema de rabiosa actualidad y, de hecho, a medida que la escribía «en los medios de comunicación iban saltando más y más casos» sobre el robo de niños recién nacidos.
«Finalmente se ha nombrado a un fiscal que se va a encargar de todos esos casos», recuerda la autora.
Esa «tragedia sorda» que viven muchas familias en España le hizo recordar a Sánchez algo que le pasó a ella cuando nació su hija, en 1982, y que con el tiempo «ha cobrado pleno sentido».
Ella entonces vivía en Denia (Alicante), pero viajó a Madrid para «hacer unas gestiones» y se puso de parto. Su marido estaba dando clases en Denia y no pudo llegar a tiempo, por lo que se fue al hospital con su madre, que «durante aquellas largas horas de parturienta» no paraba de decirle a todo el mundo que el marido de su hija «estaba en camino y que llegaría de un momento a otro».
A Sánchez le «ponía negra» la insistencia de su madre y le pedía que no volviera a soltar aquello del marido. Pero ella le decía: «Tú no sabes nada, no sabes nada», y a la futura escritora se le quedaron «grabadas aquellas palabras».
«Ahora he sabido que se han abierto tumbas de niños que se habían dado por muertos en esos años y que estaban vacías, comenta la novelista que ve claro que «algo sabía la gente» y por eso su madre «estaba a la defensiva». Una madre que no dejaba de rogarle: «Jamás dejes a la niña sola, nunca, ni con nadie».
Aquel temor que flotaba en el ambiente fue tomando cuerpo. Hay más de 1.500 denuncias, tumbas abiertas y sin cuerpos; y hay también delitos que han prescrito, documentos desaparecidos, falta de pruebas y mucha impunidad.
«Entra en mi vida» narra la lucha de una mujer, Betty, «por mantener viva esa intuición que ella tuvo de que su primera hija no había nacido muerta, y a través de Verónica, su hija, que recoge el testigo de la investigación que había emprendido la madre, vemos el sacrificio que hizo Betty por amor a la niña que le robaron», comenta la autora de novelas como «Últimas noticias del paraíso».
En la novela, Verónica descubre a los diez años la foto de una niña llamada Laura, escondida en una cartera de piel de sus padres. Desde el principio intuye que es un tema del que no se puede hablar, aunque se da cuenta del clima de angustia que había en su casa.
Cuando cumple 17 años y su madre cae enferma, Verónica decide «seguir las huellas de los pasos que había dado Betty en la búsqueda de Laura» y en ese proceso «la va comprendiendo mejor y se va llenando de rabia, de furia. Y entonces decide vengar la infelicidad de su madre; pero no es una venganza por odio sino por amor», asegura Sánchez.
El lector se encontrará también con la familia de la niña robada, que vive con su abuela y su madre y que entre las tres regentan una zapatería de lujo.
Laura ha llegado a los 19 años «viviendo de una manera normal», pero llega un momento en su vida en que la verdad «le estallará en la cara y empieza a ver a las personas que tiene a su alrededor tal como son», señala Sánchez cuya novela también reflexiona sobre «el fuerte poder que ejerce la familia sobre los hijos».
En estas tramas siempre hay «otra mucha gente implicada»: una monja, un psiquiatra y una «amiga» que hace de puente entre las dos familias son también personajes de la novela.
En estos casos, las monjas «se atribuyen a sí mismas como un poder divino y se creen en posesión del destino de esos niños… Es de lo más perverso que uno se pueda imaginar», concluye Sánchez.
Madrid, 20 mar (Ana Mendoza / EFE)