Madrid, 24 ago. (Jesús García Calero / abc.es)
Es hora de reconocer que los vaticinios de muchos autores de ciencia-ficción no se han cumplido. Julio Verne acertó algunas veces y muchos de sus epígonos del siglo XX fracasaron estrepitosamente al pintarnos, por ejemplo, un año 2000 como un futuro que casi mueve a risa. ¿Puede la NASA mejorar la imaginación científica -si eso existe- de los escritores? Parece que sí, porque la agencia espacial ha decidido crear un programa de «entrenamiento» en ciencia e ingeniería para unos pocos escritores. Como en el filme «Elegidos para la gloria» los autores superventas de la editorial Tor-Forgue van a ser empotrados en los equipos de expertos del Centro Goddard de Vuelo Espacial (GSFC, por sus siglas en inglés), según se anunció ayer oficialmente. El resultado práctico será una colección que se publicará con el sello «Obras de ficción inspiradas por la NASA». El éxito está (casi científicamente) asegurado.
Los pocos autores elegidos entrarán en el GSFC para ampliar sus conocimientos de ciencia y la exploración espacial, trabajando conjuntamente con los mejores ingenieros aeroespaciales de EE.UU. Cabe, tal vez, imaginarles caminando, ceñidos por sus estilosos monos de faena con el logotipo de la NASA pegado a los hombros con velcro, tomando notas en carpetas rígidas con clip. De este modo podrán basar sus ensoñaciones en expectativas reales de la ciencia y en los planes futuros y programas actuales que la NASAmantiene en misiones tan diversas como las sondas y telescopios espaciales, los vehículos puestos en Marte, o sus planes para llevar hombres al planeta rojo o investigar a fondo algunos otros cuerpos de nuestro sistema solar. Así, las «Crónicas marcianas» de estos nuevos «escrinautas» tendrán el doble desafío de igualar a Ray Bradbury al describir el miedo y la sed de destrucción de los hombres y superar su pericia al describir los alardes tecnológicos de la raza humana en el futuro.
La iniciativa viene en un momento delicado en el que la agencia tiene que echarle imaginación para mantener su prestigio de innovación e investigación, porque vive duros recortes y el final del programa de transbordadores espaciales. Pero fuera de la NASA también coincide con la polémica por la seriedad de los autores de ciencia-ficción. Hay quienes han llegado a pedir la abolición del género por sus pocos aciertos y porque en la literatura en general sólo son buenas las novelas que son buenas, sin importar el género. Del éxito de este programa literario-espacial tal vez quepa esperar escritores profesionales reenganchados como astronautas que participen en futuras misiones…
El espacio, la última frontera
Julio Verne, el gran clásico, adelantó el submarino nuclear y el viaje a la Luna, aunque de un cañonazo en lugar de con un cohete. Escritores como Asimov pusieron también algunas bases para embridar a la imaginación en su vuelo pseudo-científico, aunque como Platón no dejasen lugar a los poetas en su «Fundación». Desde entonces ha llovido mucho, incluso hubo lluvias de nuevas estrellas en la ciencia-ficción. Para ellos, para escritores como Douglas Preston, Eric Van Lustbader, W. Bruce Cameron o William S. Cohen (superventas de Tor-Forgue) ,el espacio, una vez más, podría ser la última frontera… al menos entre sus editoresy para la NASA.