Como antiguas instantáneas de una Polaroid, Antonio Muñoz Molina reúne en Nada del otro mundo, cuentos publicados y dispersos en revistas y periódicos y en los que ha podido escribir con «naturalidad» del tiempo que estamos viviendo. «En los cuentos me sale la parte más gamberra», reconoce Muñoz Molina.
El cuento más antiguo de este Nada del otro mundo (Seix Barral) fue escrito en 1983 «con la esperanza vana de que ganara un concurso muy célebre entonces». El más reciente, explica, lo escribió hace apenas unos meses para el suplemento dominical de El País. El único texto inédito es El miedo de los niños, que afloró de su imaginación una «noche de insomnio».
«Tengo sed de contemporaneidad», alega este autor mientras se queja del falta de espacio en los periódicos y suplementos semanales para publicar cuentos o relatos. «Hay más presencia de literatura en el metro, que en los suplementos de cultura», critica.
«Tristemente los medios españoles nunca fueron hospitalarios con los cuentos y ahora muchísimo menos», alega este autor, quien también denuncia la «melancolía» y el «abatimiento», reinante en los medios de comunicación con respecto al interés del ciudadano por la cultura.
Historias amor y venganza; historias sobre zombis e inquietantes personajes atormentados, incluso asesinos en serie se esconden en las páginas de este libro, que Muñoz Molina observa como «antiguas fotografías del pasado».
«En cada cuento está cuajada o cristalizada una experiencia que ha sido impactante para mí» confiesa este autor, quien ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Literatura, el Premio de la Crítica y el Premio Planeta y desde 1995 ocupan el sillón u de la Real Academia Española (RAE).
CON UNA «CHISPA DE REVELACIÓN»
No obstante, Muñoz Molina precisa que cada cuento está construido como una «maquina de relojería» al que no le puede faltar cierta zona de misterio o asombro. Y asegura que para que sea un buen relato no debe faltar una «chispa de revelación» que lo convierte en único y diferente.
Pero no muy amigo de la literatura fantástica o de los relatos que comienzan con zombis o brujas, el autor de Sefarad alega que es más eficaz incluir los elementos fantásticos en un relato realista, bien con un «quiebro de misterio» o con una «presencia abrumadora o sorprendente».
«Cuanto más se pueda decir con menos, mejor», argumenta Muñoz Molina, y reconoce que los cuentos reunidos en este Nada del otro mundo se pueden tomar un «retrato sociológico» de la España de las estaciones de autobuses, los pisos compartidos de estudiantes, o de los bares con ceniceros llenos de colillas.
En esta misma línea, asegura que con los cuentos mantiene una relación «muy particular» ya que muchos de ellos han surgido en momentos importantes de su vida y otros los ha almacenado en su cabeza para que fueran madurados con el tiempo.
La venganza de un marido, la llegada de un pianista genial a Marrakech, una historia de amor enfermizo o la promesa de la felicidad en la letra de una canción son algunos de los motivos, aparentemente realistas, que se diluyen las páginas de Nada del otro mundo.
MADRID, 28 Oct. (EUROPA PRESS)