Muchos artistas, genios y personas influyentes como Picasso, Beethoven, Edison o Benjamin Franklin afirmaban que para llevar a cabo una determinada actividad con éxito era necesario invertir un 1% de inspiración y un 99% de transpiración.
Y es que vivir de la vocación nunca fue garantía de éxito. Y si no, que se lo pregunten a muchos escritores que se han visto obligados a realizar diferentes trabajos para llegar a fin de mes.
En la actualidad, solo unos pocos como J.K. Rowling, Ken Follet y Carlos Ruíz Zafón se dedican en exclusiva a escribir, y ni siquiera ellos lo tuvieron fácil en sus inicios.
Para conocer más de cerca la realidad de los literatos tenemos el libro Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores (Editorial Impedimenta, 2011), de Daria Galateria (Roma, 1950). Galateria es profesora de Lengua y Literatura francesa en la universidad de Roma y en este libro ha reunido un total de 24 escritores que tuvieron que compaginar su vocación por las letras con otras dedicaciones de lo más variopintas, y a veces muy arriesgadas. En el libro se habla de autores tan emblemáticos como Antoine de Saint-Exupéry, Franz Kafka, George Orwell y Jack London, entre muchos otros. La gran mayoría consiguieron aprovechar el trabajo “forzado” para inspirarse y documentarse para sus obras, aunque otros lo tuvieron más difícil.
Saint-Exupéry fue piloto, como también lo era el adulto que conoció El Principito, un libro que se basó en un accidente real que sufrió el autor en el desierto del Sáhara. Este autor francés icono de la literatura infantil de todos los tiempos se consideraba piloto ante todo y la escritura fue simplemente una afición secundaria. Otros libros que hablan sobre sus viajes son: El piloto y el Principito. Estamos seguros que mientras London cazaba ballenas y focas en el Ártico, trabajaba como fogonero, policía y marinero en su mente se fraguaban muchas de las historias que luego trasladó al papel, La llamada de lo salvaje y Por los mares del Sur , son algunas de ellas. Y tal vez a Franz Kafka, le fue útil trabajar en una compañía de seguros para mantener el tono melancólico y derrotista que impregnaba todas sus obras: La metamorfosis y otros cuentos y Carta al padre. Sería ir muy lejos decir que la distopía 1984 o la excelente Rebelión en la granja, de George Orwell tuvieron mucho que ver con su ocupación de policía en Birmania, pero seguro que cuando se trasladó a Londres para trabajar como lavaplatos la sensación de una sociedad injusta, clasista y sin principios se acrecentó. Más difícil todavía es establecer cualquier vínculo entre Los vagabundos o El corazón ardiente de Danko de Maksím Gorki y su puesto como auxiliar de cocina en un vapor que cruzaba el Volga, aunque gracias al libro de Galaria sabemos que Gorki gustaba de leerle novelas al cocinero al que ayudaba.
No todos combinaban trabajo y escritura de forma dramática, sino que algunos como Italo Svevo insistía en tocar el violín para no caer en el «vicio» de la escritura, aunque es de agradecer que dio una oportunidad a libros como Fábulas, Corto viaje sentimental y la Historia del buen viejo y de la muchacha hermosa . También Charles Bukowski , autor de poemas como El amor es un perro del infierno y Los placeres del condenado, se mostró tan encantado con su trabajo como cartero y empleado postal que le dedicó unos versos:
Y tras diez horas
de duro trabajo
después de intercambiarnos insultos
en continuas escaramuzas
con los que no tienen las pelotas para
resistir
nos vamos
todavía frescos…
a beber hasta tarde
discutiendo con nuestras mujeres
para volver por la mañana después
a fichar.
Otros oficios más que indignos resultaron totalmente contraproducentes para la vida pública de los escritores, como en el caso de Miguel de Cervantes que llegó a ser encarcelado por ciertos asuntos turbios relacionados con su trabajo de recaudador de impuestos, cosa que nunca se reflejó en Novelas ejemplares ni en El ingenioso hidaldo don Quijote de la Mancha.
Se echan en falta otras escritoras como Louisa May Alcott que se sirvió de su experiencia como enfermera y maestra para mantener a su familia, e incluso nos demostró la dificultad para publicar sus libros en Mujercitas. Buen ejemplo también tenemos de la mano de otras escritoras más próximas a nosotros como Carmen Martín Gaite que fue traductora, crítica literaria, periodista y guionista de series para la televisión y cuyos libros son de sobra conocidos: El balneario, Tirando del hilo, Entre visillos, y El libro de la fiebre.
Podemos concluir, de forma totalmente personal, que el libro tiene dos lecturas bastante diferenciadas. Por una parte, que es necesario sacar tiempo de donde sea para lo que más nos gusta porque el tiempo nos lo agradecerá. Y por otra, demuestra que es cierta la afirmación del magnífico escritor catalán Manuel de Pedrolo (autor del best-seller juvenil Mecanoscrito de segundo origen, además de las maravillosas, Trayecto final, Cròniques de la veritat oculta y Domicili provisional ) de que venimos al mundo “a cubrir vacantes” independientemente de nuestra vocación. Un autor que, por otra parte, tuvo como ocupaciones paralelas a la escritura traductor, dramaturgo y periodista. En definitiva, este libro nos deja un mensaje que insufla más resignación que ánimos pero que conviene tener en cuenta.
Valencia, 24 jul (Àngels S. Amorós, Quelibroleo)
Es correcto, yo escribo cuento, este género es mi vena literaria; también he tenido que ejercer distintos trabajos para continuar creando. Soy traductora y correctora de estilo; imparto talleres literarios y años atrás trabajé como extra para cine y televisión. Actualmente promuevo un Fideicomiso de Ahorro para el Estudio. Todo esto con el fin de continuar transformando la realidad en forma creativa. En 2015 gané el primer lugar a nivel nacional en el Concurso Literario «Enrique Peña Gutiérrez».