El Nobel de Literatura 2011 distinguió hoy al poeta sueco Tomas Tranströmer, autor de una poesía austera y concreta que ofrece «imágenes densas y diáfanas», además de una «nueva vía de acceso a lo real», según la Academia Sueca.
Su elección no fue una sorpresa, ya que su nombre aparecía siempre en las quinielas al premio desde hacía años.
Tranströmer y el sirio Adonis eran de hecho los dos poetas que sonaban con más fuerza en Estocolmo para el caso de que la Academia Sueca decidiera, como así hizo, volver a distinguir al género lírico, algo que no hacía desde que en 1996 ganó la polaca Wislawa Szymborska.
Nacido hace 80 años en Estocolmo, en cuya universidad hizo estudios de literatura, psicología e historia de las religiones, Tranströmer debutó en 1954 con «17 dikter» (17 poemas), un libro que lo situó como una de las voces con más proyección de su época.
Ahí aparecen ya el interés por la naturaleza y la música, que estarán presentes en buena parte de su producción posterior, al igual que el gusto por las metáforas claras y expresivas, lo que le valió el recelo de ciertos círculos del mundo lírico sueco.
Obras como «Hemligheter på vägen» (Secretos en el camino, 1958), «Den halvfärdiga himlen» (1962, traducido al castellano como «El cielo a medio hacer») y «Klanger och spår» (Sonidos y pistas, 1966) lo confirmaron definitivamente como uno de los poetas más destacados de su generación.
Una apoplejía sufrida en 1990 le privó prácticamente del habla y dejó a medio hacer su libro «Minnena ser mig» (Los recuerdos me ven), que acabó tres años más tarde con la ayuda de su esposa Monica, fundamental también para poder escribir dos poemarios más: «Sorgengondolen» (La Góndola fúnebre, 1996) y «Den stora gåtan» (El gran acertijo, 2004).
Desde entonces no ha publicado nada más y ha preferido dedicarse a escuchar música, otra de sus pasiones, dando en la práctica por terminada una obra poética que, según su colega y amigo Lars Gustafsson, trata «sobre el momento en que la niebla se disipa, cuando por un breve momento se rompe la cotidianeidad».
Desde que fue introducido en EEUU por Robert Bly en la década de 1960, su fama internacional ha ido creciendo y ahora está traducido a más de sesenta idiomas, lo que le convierte en «uno de los poetas más grandes del mundo», según el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund.
Minutos después de anunciar el fallo, Englund defendía así la elección de Tranströmer, el octavo sueco premiado con este galardón, adelantándose a posibles acusaciones de provincianismo.
La Academia no distinguía a un sueco con el Nobel de Literatura desde que Eyvind Johnson y Harry Martinson lo recibieron en 1974 en una decisión escandalosa, sobre todo porque ambos formaban parte de aquella institución cuando fueron galardonados.
Más rotundos que England se mostraron los medios suecos: Björn Wiman, jefe de Cultura de «Dagens Nyheter» -el más prestigioso diario de Suecia-, calificaba la elección de «absolutamente justa», porque Tranströmer es «muy superior» al resto de poetas.
Y en términos similares también se expresaba la edición digital del otro gran diario sueco, «Svenska Dagbladet», sobre Tranströmer, quien hace seis meses cumplió 80 años y fue homenajeado por el mundo de la cultura de su país.
Aunque la Fundación Nobel anunció este año que había pedido extremar la discreción a los miembros de los comités de las distintas categorías del premio, el de Literatura ha vuelto a estar envuelto en polémica, como ocurrió con Jean-Marie Gustave Le Clézio en 2008 y con la rumano-alemana Herta Müller en 2009.
Mientras que a las 7.00 GMT Ladbrokes pagaba 14 a 1 por Tranströmer, que sucede en el palmarés del premio al peruano Mario Vargas Llosa, las apuestas masivas por el poeta sueco hicieron que poco antes del anuncio del premio bajara a sólo 1,66.
Estocolmo, 6 oct (EFE)