A finales de 1947, con apenas 20 años, la escritora Ana María Matute publicó en el semanario ‘Destino’ el relato ‘El chico de al lado’. Aquella mañana, en cuanto se despertó, corrió nerviosa al kiosco para comprar todos los ejemplares que pudiera: era el primero que veía con su nombre escrito. Este año, doce lustros después, y apenas un mes antes de morir, Matute escribía las últimas páginas de ‘Demonios familiares‘ (Destino), una novela inacabada en la que hace mención al «chico de al lado» de aquel primer relato.
Tal y como ha señalado la colaboradora y amiga María Paz Ortuño este martes durante la presentación de esta novela, aquellas últimas palabras cierran el ciclo que abrió hace 60 años, algo de lo que asegura que la escritora era «consciente», puesto que a partir de ese momento «no quiso escribir más». Tan solo un mes después, el 25 de junio, Matute falleció y dejó esta novela, que Ortuño considera «un regalo».
La presentación de esta novela ante los medios de comunicación se ha convertido en un acto solemne, puesto que en ella no han faltado ni la editora de Destino, Silvia Sesé; el director de la editorial, Emilio Rosales; ni la admiradora de Matute y también escritora Almudena Grandes; ni tampoco el ahora director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha.
Todos ellos han recordado lo «divertidos» que eran los actos con la también académica, su sentido del humor y su capacidad para fabular constantemente. «Si ella estuviera aquí, nos estaríamos riendo», ha indicado Ortuño, amiga «del alma» de la escritora y fiel colaboradora.
Según ha recordado, Matute relataba con su «máquina de escribir» y nunca utilizó un ordenador para ello, puesto que le gustaba cómo se imprimían las palabras, así como el «tacto del papel». Después, tachaba y corregía. Ortuño, «simple mecanógrafa», se encargaba de escribir el resultado y Matute, de nuevo, y de manera incansable, volvía a repasar y a corregir hasta que estuviera satisfecha.
Su «genialidad», según recuerda su colaboradora, estaba en la manera en que resolvía sus dudas respeto al texto. La expresión «sobra algo» era la frase más recurrente de Matute, quien optó siempre por el «menos es más», hasta que estuviera conforme.
Precisamente, ‘Menos es más’ es el título del capítulo con el que Ortuño cierra este libro y en él manifiesta el «calvario» y la «alegría» que sentía la escritora y Premio Cervantes 2010 al escribir ‘Demonios familiares’. Aunque su «condición física» era su demonio últimamente –sufrió caídas, problemas intestinales y vértigos–, su «compromiso con la literatura» sorprendía de manera «conmovedora». Además, asegura que «hasta el último instante disfrutó de la manera más pura».
«FABULADORA FRENÉTICA»
La escritora Almudena Grandes, quien confiesa que cometió la excepción de conocer a uno de sus escritores predilectos, en referencia a Matute, la recuerda como una «fabuladora frenética», quien en el momento en el que sintió que no tenía nada más que decir en la literatura «se calló», en lugar de explotar la fórmula de sus éxitos literarios, como, según indica, sí han hecho otros autores. «Era ejemplar y admirable», apunta.
Para Grandes, Matute es «uno de los grandes autores del siglo XX y excepcional en el ámbito de su generación». «Esa ambición y conciencia de Matute, una mujer que no estaba vinculada a ninguna gran familia española, avalan su mérito», ha dicho.
Por su parte, el director del Instituto Cervantes –lugar donde se ha celebrado esta presentación– ha recordado que no era tan amante de los plenos de la RAE (que prefería dejar a quienes «se dedicaban a ello»), como de los almuerzos y encuentros más distendidos. «Se dejaba querer, le gustaba ser atentida y cortejada. Lo pasaba estupendamente. Era un verso suelto, pero muy bien cosido a la Academia», ha dicho.
MADRID, 23 Sep. (EUROPA PRESS)