El escritor argentino Jorge Luis Borges utilizó el arte y en especial la pintura, para visionar y descubrir los distintos lugares del mundo que desconocía desde su ceguera, relató hoy a Efe su esposa María Kodama, quien le acompañó en los viajes que realizó durante sus últimos años de vida.
Kodama inauguró en la Universidad de Lima la exposición «El Atlas de Borges», una muestra itinerante que llega por primera vez a Perú con las 130 instantáneas que la viuda de Borges seleccionó en 1999 para celebrar el centenario de su nacimiento.
Estas fotografías tomadas en 20 países diferentes son parte del libro «Atlas» (1984), que combina las imágenes de estos viajes con pasajes del escritor que narran el momento vivido cuando se tomó cada instantánea.
Según Kodama, la exposición muestra a un Borges ya invidente pero en la misma forma que lo recuerda ella en aquel tiempo: «lleno de vida y con una enorme curiosidad para descubrir cada lugar que desconocía».
Esa inquietud le llevó a sustituir la oscuridad de su ceguera por su «enorme conocimiento de la pintura y del arte» para ver así los paisajes que se extendían ante sus ojos invidentes.
«Utilicé los cuadros que él recordaba para describirle los paisajes y ambientes porque tenía una memoria extraordinaria para las pinturas que había visto», explicó.
Así Borges pudo escribir cómo sintió «la presencia del tiempo» en la pirámide de Chichen Itza (México), «tan rara en esas latitudes», «la búsqueda de la dulce lengua alemana» frente al muro de Berlín, y la perpetuación de la humanidad en un ‘haiku’ japonés de 17 sílabas.
También se asombró con la musicalidad del griego en una representación del «Prometo encadenado» en el teatro de Epidauro, creyó exagerada la fama de cruel que la historia le dio a Estambul y hasta reconoció su «innegable idiosincrasia porteña» al recorrer su ciudad natal Buenos Aires.
En Egipto, Borges «modificó» el desierto al derramar suavemente un puñado de la arena que su esposa recuerda por la noche que pasaron entre sus dunas, donde vivieron «una situación casi mágica» al escuchar el sonido de un instrumento que el viento les traía desde algún lugar lejano, en medio del silencio y la oscuridad.
Entre la variedad de ciudades y culturas destacan las fotografías de Ginebra, donde Borges murió y recibió sepultura, y a la que valora como «la más propicia para la felicidad», en parte por su humildad para casi olvidar su pasado intelectual.
María Kodama comentó que Borges ya había estado en todos esos lugares antes de llegar a ellos «porque había leído la literatura de esos países y hasta había aprendido la lengua de algunos».
«Él decía que era inútil viajar para hacer compras o estar con gente de tu mismo país. Quería abrirse al conocimiento de las personas y del lugar donde estábamos, y para eso uno tiene que tener unos elementos básicos sobre los que apoyarse para después profundizar en ese conocimiento», finalizó.
Lima, 17 may (EFE)