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Resumen

Y tuyo el poder y la gloria. Estas hermosas y clarividentes palabras se oyen entre los misterios de la Misa. El Reino de la Verdad y el Poder y la Gloria de Dios. Hacia todo ese esplendor va encaminada esta obra teatral que firma un gran actor que se llama Paco Algora para sus muchos amigos y Francisco Javier Jiménez Algora para la historia. Y creo que hay que agradecer a Paco la empresa en que se ha metido. Empresa verdaderamente épica y ambiciosa, que merecería todos los plácemes del mundo… Volvemos al viejo teatro sacro, al auto sacramental, al tema bíblico hace tanto tiempo desaparecido de una sociedad laica y más que laica sin Dios y sin honor como desgraciadamente hay que definir a la actual sociedad española. Por eso, al resucitar ahora a Jonás creo que se nos hace un gran servicio. ¡Salir de ese oscuro vientre de una ballena a través de la tormenta desatada de los elementos malignos para anunciar el reino del Espíritu en la Tierra! Nada más y nada menos que eso… En unos tiempos en que el mundo se bambolea y amenaza con destruirse por sí mismo y derrumbarse definitivamente, luego de anunciarse las luces fatídicas, pero también hermosas (bendito sea San Juan de Patmos) del Apocalipsis… Me llamo Jonás (Vengo del vientre de la ballena y humildemente pido la Palabra) Así subtitula Algora su auto sacramental que tiene por fin entregar a Dios lo que es de Dios, el reino suyo. Y con el reino su poder y su gloria… Teatro sacro, como digo, teatro conceptista con toda la gran tradición española que discurre a través de nuestro Calderón y que podría llegar al Paul Claudel de la vecina Francia con su Anunciación hecha a María y al Peguy de la maravillosa Juana de Arco… Pero Algora, cómico él y muchas veces de los de la Legua, ha recorrido los caminos de la farándula y los ha vivido con todo su amor y generosidad y tal vez por ello el mito sagrado de Jonás, el profeta, se despeña por los predios de la farandulería y el dedo acusador se lanza, como era de esperar, sobre la sociedad de Talía como culpable de su decadencia, de su blasfematoria andadura, quizás, ofreciendo la posibilidad de una regeneración, una vuelta al espíritu, al Reino de Dios en la tierra, fuera de escenarios y de platós cinematográficos o también dentro de ellos, pero ungidos de nuevo por el óleo sagrado de la Redención de Cristo… Así resulta que ese Jonás, hundido en el vientre viscoso del cetáceo, que puede ser la buhardilla bohemia llena de telarañas, viene a ser la encarnación de la Farándula con sus miserias, sus imperativos vanidosos y huecos, su alejamiento de la verdad en aras del dinero y la pompa. Y a partir de este Jonás, que incluso llega a desdoblarse en un juego cómico muy sugestivo, se desespera por encontrar la verdad y el Reino de esa Verdad. En medio de la tormenta, Jonás recibe la ayuda de un personajillo farandulero, Don Roberto, todo lo contrario de la ayuda que es la maldad venenosa de Mefisto, el espíritu del Mal, que será el rival de nuestro héroe. Una obra teatral, pese a todo, escrita estupendamente en la que Algora ha volcado toda su experiencia teatral, que es abundantísima ya y que parece no tener misterio alguno. Porque los actores, como he dicho más de una vez, cuando se ponen frente a las cuartillas saben dejar a un lado sus conocimientos para que la verdad brille desnuda. Es aquello que dice la copla el conocimiento la pasión no quita. Del prólogo de José María Rodríguez Méndez Francisco Javier Jiménez Algora nació el 7 de diciembre de 1948 en el Observatorio Astronómico de Madrid, donde su padre trabajaba de portero. A los trece años deja el colegio y se mete de botones en una distribuidora de películas, gracias a la vocación que le despertó Cómicos de J. A. Bardem. Desempeña varios oficios para costearse los estudios. Ingresa en el TEM, se forma con William Layton, Narros, Arnold, Maruchi Fresno…Debuta con Carlos Lemos. En 1968 se une a Los Goliardos y tres años más tarde al TEI (Pequeño Teatro Magallanes, 1). En teatro ha trabajado a las órdenes de Facio, Layton, Plaza, Balaguer, Narros, José Luis Alonso y Lluis Pasqual, entre otros. En 1971 se asoma a las pantallas, de la mano de Miguel Picazo en TVE y de la de José María Forqué en el cine. Ha participado en cincuenta dramáticos en TV, en numerosos cortos y en cincuenta y siete largometrajes hasta la fecha, con directores entre los que destacan Gutiérrez Aragón, W. Wogeler, Berlanga, Ramón Fernández, Drove, Rovira Beleta, Romero Marchent, Lazaga, Mercero, Bardem, Betriu, Fernando Fernán Gómez, Forges, Sacristán, Giménez Rico, Iborra, León de Aranoa y José Luis Garci, con quien repite en cuatro ocasiones. Entre otros premios cuenta con el Premio del CEC (Círculo de Escritores Cinematográficos) a la mejor interpretación estelar masculina por Tocata y fuga de Lolita (1974), Popular de Pueblo (1974), Premio de la Unión de Actores (Mejor secundario), Nominación al Goya y al Premio Sant Jordi (Mejor actor 1998) por su trabajo en Barrio, Premio Pepe Isbert por su aportación al cine (2002). En 1984 se aparta del teatro. Desde 1991 vive, exiliado, en el vientre de la ballena que lo trajo a Tarsis (Cádiz).