Somos testigos de un inmenso proceso que trata de colonizar todo nuestro aparato sensible: el pensamiento, la vida psíquica, las pasiones y los sentidos han de ser enteramente instrumentalizados, transformados en potencia de arrastre de la maquinaria capitalista. ¿Qué puede hacer la poesía ante un desastre semejante, cuando también ella contribuye a las estrategias de la dominación? La flor más azul del mundo quiere contestar esta pregunta haciendo coincidir la negatividad del discurso y la afirmación de unas formas de vida como sempiterno drama de amor. Esta flor se propone abrir espacios de utopía concreta en la vida cotidiana asistidos por el genio de la pasión, suscitando la creación de un imaginario emancipado que, llevado por una épica de lo inútil, pueda anteponerse mediante su propia simbólica a la simbólica de la dominación, atentando así contra ella.