Dicen que, con los irlandeses, los españoles forman una raza oculta y prehistórica, fusión de Norte y Sur, mestizada de los «,bárbaros», celtas y los «, dulces», iberos, mezcla de árabes, judíos, godos y hasta indios importados, adobada con Contrarreforma, Inquisición, Contrarrevolución y planes económicos. Dicen que estos bárbaros sujetos, candorosos y brutales a un tiempo, inteligentes, vagos a medias, socarrones, cínicos, generosos, muertos de envidia, se extinguen con el devenir de los tiempos, la desaparición de las novenas, el espíritu posconciliar y el Mercado Común Europeo. Pero Luis Carandell los trae hoy al circo de las letras, sin más afán crítico que el que es inherente al tema. Sin mala intención, ni buena, que no sea la de amenizar la velada con su «, show», particular, sin trampa ni cartón, con alguna ingenuidad y una punta de amor a sus semejantes. Aquí está el gran circo de Celtiberia, las mujeres barbudas, los enanos, los trapecistas, el payaso de turno, el «,clown», de calidad, las hermosas «, chari-varis»,, los leones, los tigres, los macacos, los paquidermos, los magos de ocasión y hasta los acomodadores. Aquí está la Celtiberia entera, enamorada de sí misma y al tiempo dispuesta a suicidarse cualquier día que la dejen. La Celtiberia negra a ratos, quien sabe si verde, colorada de vergüenza, pequeña, presuntuosa, pero entrañable... La Celtiberia suya y nuestra, lector. La Celtiberia de todos los días. Amén.