Woody Allen es, sin duda, el más famoso de los neoyorquinos. Debutó escribiendo réplicas hilarantes para la escena judía de Nueva York, a la que accedió al poco tiempo componiendo un personaje neurótico, que juega con su complexión enclenque, caricaturizado tras sus grandes gafas. Pasó por el teatro antes de escribir y dirigir su primera película.