El título original de este libro, Curiosity, remite tanto a la curiosidad en sí como a la misión espacial de exploración que se lanzó a Marte en 2011 y que empezó a recabar sus datos y fotografías al año siguiente. Lo menciono porque el título en español podría llevar a alguna confusión: no se trata de una historia natural —con la implicación que natural tiene en cuanto a ciencia natural, no humanística— en sentido estricto, como una aproximación ensayística e inquisitora en torno a la curiosidad, a la perenne necesidad del ser humano por preguntarse constantemente la naturaleza de lo que le rodea. «Tengo curiosidad por la curiosidad», comienza diciendo Alberto Manguel, y esa frase es el punto de partida —como el despegue del Curiosity— para indagar en todos los aspectos a partir de los cuales el ser humano ha ido respondiendo y conformando la realidad de lo que conoce o aspira a conocer. Tiene para ello a Dante y su Divina Commedia, como guía eficaz para transitar por los más recónditos recovecos a los cuales nos lleva la curiosidad: el lenguaje, la capacidad de comunicarse y entenderse con el otro, qué es verdadero, qué hay más allá de la vida... y por las páginas se apoya en incontables citas y referencias, desde Borges a los estudiosos del Talmud, de modo que la propia mirada inquisitiva de Alberto Manguel se apoya y se refortalece en todos aquellos que, alguna vez, osaron preguntar y dudar, por mero afán de conocer. Es Una historia natural de la curiosidad un libro ciertamente erudito, pero no abruma. El hilo del discurso que plantea Manguel es el principal protagonista en cada página del libro, y el lector puede sentir que va de la mano de alguien que conversa animadamente con él —aunque sea con una vasta cultura—, planteándole dudas, respondiendo algunas, dejando que la curiosidad de ese lector crezca, se haga humana. (Carlos Cruz, 21 de abril de 2015)
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