Mil maneras de darte las gracias, de Emilio Ortiz, es la novela más entrañable que he leído en mucho tiempo.
El libro es un homenaje a Spock, su primer perro guía. Un Golden Retriever que no solo le permitió abandonar el yugo del bastón, sino que le enseñó a disfrutar la vida desde el primer momento en que sus caminos se cruzaron en una escuela de Estados Unidos.
En esta novela autobiográfica, Emilio nos cuenta sus problemas de visión en la infancia y los problemas a los que se enfrentó cuando perdió totalmente la visión. Algo que cambió de manera radical con la llegada de Spock, que se convirtió en sus ojos y mejoró su calidad de vida de una manera que no podía ni imaginar.
Spock no solo le permitía desplazarse con tranquilidad a lugares a los que antes le era imposible llegar con su bastón, sino que se convirtió en un miembro más de su familia. Su vitalidad, su alegría y sus trastadas llenaron su vida de risas y también le animaron a dar un giro de 180 grados a su vida laboral.
Después de muchos enfrentamientos y penalidades, consiguió dejar un trabajo que no le gustaba y dedicarse a algo que le apasiona: la literatura. Esta es su cuarta novela y también la más íntima y personal que ha escrito hasta ahora.
Recuerdo que me partió el corazón leer la noticia de la muerte de Spock en Facebook. Podía hacerme una idea del dolor que sentía Emilio porque desgraciadamente pasé por la misma situación hace unos años, pero no se me ocurre una manera más bonita de homenajear a un ser querido (lo son, tengan 2 piernas o 4 patas), que plasmar en una novela, algo indeleble, todos esos bonitos recuerdos que atesoraremos toda la vida.
No voy a negar que el libro tiene algún momento duro, pero el 98% es pura alegría. La misma que Spock destilaba por los cuatro costados y que pude vislumbrar unos minutos mientras le conocí en la firma de A través de mis pequeños ojos, en la feria del libro de Madrid.
Me he reído muchísimo con las ocurrencias de Spock, pero también con las vivencias de Emilio que lejos de agobiarse por tener un perro tan travieso, aprendió a disfrutar de cada segundo junto a su enorme compañero. Si la liaba parda, y lo hizo muchas veces, pedía disculpas y luego se tronchaba de la risa. ¿Hay algo mejor en la vida que reírse a carcajadas?
Deciros que la novela me ha parecido una maravilla, es quedarme corta. Me he reído, me he emocionado y me ha parecido un ejercicio extraordinario compartir vivencias tan personales con lo que espero lleguen a ser millones de lectores.
Todos y cada uno de los lectores de Emilio siempre recordaremos a Spock. Y lo haremos con una sonrisa en los labios porque es lo que a él le hará feliz al otro lado del arco iris. (Ana García, 8 de julio de 2022)