Tener entre manos un libro de uno de los escritores más leídos en su país, con un título como Los límites de nuestro infinito, abstracto y sugerente a la vez, es promesa de al menos pasar un buen rato. Tras los capítulos iniciales de introducción a los personajes principales salimos de viaje en carretera. Ese es el eje sobre el que gira la novela, dos mujeres que se acaban de conocer viajan en un llamativo vehículo a través de Estados Unidos, desde Filadelfia (Pensilvania) hacia el oeste, dirección San Francisco (California). Agatha, tras treinta años sin pisar el mundo real quiere vivir apasionadamente cada momento y tiene un plan de ruta trazado que sólo al final descubriremos; Milly, una joven treintañera con una vida rutinaria y sin ambiciones inicia un viaje a lo desconocido que removerá algo en su interior. Un tercer personaje, Tom, sigue su rastro e intenta alcanzarlas antes que… Y no se puede decir mucho más de la trama, pues aunque en algunos momentos es predecible y hasta un poco inverosímil, también hay muchas sorpresas inesperadas. De hecho es una novela muy cinematográfica, candidata a una buena “road movie”. El viaje en coche, con sus paradas sorpresa y las conversaciones entre las dos protagonistas –llenas de recuerdos y reflexiones-, entrelazado con otras historias paralelas, personajes secundarios y una pequeña parcela de la historia de Estados Unidos, llenan las páginas de esta novela. Su prosa fluida y fácil de leer, y una trama entretenida y optimista que mantiene en vilo al lector deseando conocer el desenlace, son por sí solas un buen motivo para recomendar su lectura. (Esther Rodríguez, 5 de mayo de 2016)
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