Aquel atardecer nada me hizo pensar que, apenas unos días más tarde, iba a conocer a la persona más genial de todas las que conozco. Tampoco nada me hizo pensar que iba a tener que dejarla marchar.Cuando nos enteramos del terremoto que había sacudido Japón, no me pareció algo grave. ¡Me equivocaba!...