Nada más nacer, Víctor fue abandonado sobre las calles nevadas de Moscú. Durante toda su infancia, y como consuelo ante la difícil supervivencia en un inhóspito orfanato estatal, Víctor creerá que su verdadera madre fue la nieve, quien, compadeciéndose de su desamparo, le otorgó una fortaleza y una capacidad de superación excepcionales. Estas cualidades le resultarán muy útiles en la academia militar en la que transcurrirá su adolescencia y, posteriormente, en el ejército ruso, donde deberá encarar difíciles misiones de espionaje.