Sinceramente, no hay una obra que necesite menos que la aúpen al pedestal de marfil de las Bellas Artes que Krazy Kat. Día tras día, en un medio diseñado para procurar una diversión sencilla, Herriman se dedicaba a su trabajo, sin pretensiones y aparentemente sin esfuerzo, dejando tras de sí una obra maestra americana. -San Francisco Chronicle-