Rosa está desesperada. Su exnovio, que rompió con ella cuando este se enteró de que le había sido infiel, está a punto de casarse con una chica guapísima, pero antes de tirar la toalla definitivamente, ha decidido pedirle perdón, confesarle que sigue enamorada y cruzar los dedos para que le dé una última oportunidad. A cuatrocientos años de Rosa, William Shakespeare está aún más desesperado que ella, ya que está a punto de morir a manos de sir Francis Drake, el famoso pirata inglés, tras haberlo encontrado en la cama con su esposa. Sin embargo, cuando está a punto de darle la estocada final, se da cuenta de que no siente dolor ni puede hablar... porque ahora es Rosa la que controla su cuerpo y se mente. A partir de ese momento, ambos se verán obligados a convivir en un mismo cuerpo y capear todos los problemas en los que se haya involucrado el joven escritor, que no son pocos. La única forma de que Rosa pueda abandonarlo, será encontrando el amor verdadero pero, ¿cómo va a lograrlo, estando atrapada dentro del cuerpo de un hombre? Debo reconocer que la trama de esta historia es de lo más original. El autor sigue fiel a su estilo y le imprime su tan característico tono cómico a la novela, donde predominan los diálogos y las situaciones disparatadas. A pesar de que se habla del amor, este no es ni de lejos el eje principal y uno de los puntos fuertes de la novela será descubrir cómo logrará la protagonista abandonar el cuerpo de Shakespeare y regresar a su anterior vida. El desenlace me ha parecido razonable y coherente, dentro de la locura que representa esta historia, aunque quizás a muchos lectores, les sabrá a poco. Sin embargo, creo que logra transmitirnos el mensaje que el autor quería hacernos llegar: que antes de amar, debemos aprender a querernos a nosotros mismos.
hace 1 año