Amy es como una pieza de puzle perdida, de contornos suaves y redondos, que nunca ha encajado en el molde cuadriculado en el que sus padres la obligaron a entrar.
Alan está lleno de aristas agudas y afi ladas, y solo es capaz de ver la vida en blanco y negro.
Ella deja Nueva York para buscar la luz y el color que le faltan.
Él se va de Londres para cumplir una promesa antes de rendirse definitivamente a la oscuridad.
Cuando se conocen en una bahía de playas infi nitas al sur de San Francisco y emprenden un viaje inesperado por la costa de California, descubren que son dos piezas muy distintas que se complementan, por mucho que intenten evitarlo.
Y es que, a veces, basta con una cámara de fotos para capturar la verdad que el silencio se empeña en ocultar.