"Pitcairn" es una novela que, sin duda, resiste a cualquier clasificación, tanto por su desarrollo como por sus personajes, y que supone el interesante debut de su autor. La historia gira en torno a los peculiares miembros de un elitista club que intentan llevar un estilo de vida hedonista e intelectual en el Berlín de los años 70, a cuya realidad dan la espalda ostensiblemente. Uno de estos miembros adopta el papel de narrador, y desde el primer momento se asiste a una original presentación de personajes y acontecimientos que se enredan y desenredan entre sí como una madeja, de tal modo que en más de una ocasión exige una lectura atenta, a causa de una prosa desbordante que avanza a través de asociaciones de ideas. Desde un punto de vista irónico y humorístico que impone cierta distancia con el lector, la historia vuelve una y otra vez sobre los temas que afectan y preocupan a este grupo de hombres: la literatura, el placer, la plenitud intelectual, y Pitcairn, la isla que actúa como metáfora de ese mundo ideal de belleza y ocio al que aspiran y que contrasta con la intensa actividad política de la década, a la que se opone el narrador por cuestiones sobre todo estéticas. Esta actitud vital, tan bohemia, junto al gusto por el humor y el desprecio por las convenciones culturales y sociales convierten al narrador en una especie de Oscar Wilde con los atributos del Virgilio de "La Divina Comedia". En conclusión, se trata de una obra en la que los acontecimientos adoptan una estructura fragmentada, percibiéndose como las pinceladas de una obra más grande matizadas por las reflexiones y el punto de vista del narrador. (Montse Yáñez)
hace 12 años