Probado es que el frenesí por los libros no conoce límites. Las búsquedas obstinadas y perseverantes, las incesantes compras y adquisiciones, las pesquisas constantes e indesmayables, constituyen el eje y centro de actividad del bibliómano, ese ser abocado a ser víctima de aquello que más aprecia. A diferencia del bibliófilo, el bibliómano no posee los libros, sino que se ve poseído por ellos. No escoge los libros, los amasa. Yo sabía de todos estos especímenes bibliomaníacos y de algunos más, pero he de confesar que hasta entonces desconocía por completo la existencia de bibliófagos.
El anónimo protagonista de estas insólitas confesiones, un liberal atrapado en la turbulencia del absolutismo de la época fernandina, vive con una única y obsesiva pasión: los libros. Pasión que, en gran medida, será la causa de los más cruciales cambios en su existencia y también de sus más intensos placeres. En este relato el narrador pasa revista a su pintoresca trayectoria vital, desde su inicial aversión a los libros, que le obliga a destrozarlos, hasta sufrir una pasión desmedida por ellos. Deseo o arrebato, tal vez sufrimiento, que le lleva a devorarlos en el seno del selecto Book eater's club londinense.
En las páginas de esta novela habitan excéntricos personajes de vidas dramáticas y misteriosas, conducidos por la suave ironía del autor. El particular fetichismo de Jorge Ordaz, sus reflexiones y curiosa erudición acerca del mundo de los libros, sin duda seducirán al lector, haciéndole participar de tan sorprendente inclinación.