Una novela sin coser, sin estilo (mejor dicho, con un estilo completamente inadecuado), sin investigación, sin talento, incluso diría sin decoro. Se inserta en un elemento surrealista (un tren interminable que nunca se detiene) para relatar un par de historias con todos los elementos de la realidad más palpable. Esa realidad se narra con todo detalle a pesar de los veinte años transcurridos aunque los detalles son innecesarios y ni siquiera ilustran. El cruce de la historia no encaja con las dos historias cuando se relatan cada una por su lado y hacerlo todo coincidir con los atentados de Atocha me produce vergüenza ajena. Esta primera novela engendro de Gutiérrez Aragón fue galardonada con el Premio Herralde: nuevo motivo de vergüenza ajena...
hace 1 año