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LA CIUDAD (Antología 1985-2008) IRIBARREN, KARMELO C.

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Resumen

No la pelota divertida y amarga hasta los celos de Ramón, no; Gómez de la Serna, en todo caso, lloraría un organillo y, en definitiva, lo que fue su obra: música de manubrio. Leyendo a Karmelo Iribarren, es el abrigo avaro de Baroja quien escribe una elegía seca -sin una lágrima- al modesto acordeón. Y es el acordeón y suena; ése, el mismo acordeón que don Pío despide sin ningún puchero; las poesías de Karmelo dan notas gañidas, desgarradas, disonantes, o acordes y tiernas del acordeón de la madrugada. La canción de Iribarren deja en la boca un regusto a sangre; en los labios, sonrisas ante versos de humor por la jeró y humores vitriólicos, sabiamente escondidos. Karmelo -según escribió el propio Karmelo- es un poeta áspero, con voces de la calle, siente nostalgia de otros tiempos si oye el bakalao que salta desde las ventanas de los R-5, versos breves, poemas cortos... De su persona, sólo lo que se dice en la guarda; y es que un día del 94, Abelardo Linares me tendió una revista, Lúnula, mientras decía: "Oye, léete estos poemas de este Iribarren, que están bien..." "Puro acordeón arrabalero", le contesté al rato. Tiene capacidad lírica desnuda -la de los desnudos agrios de Egon Schielle-, aunque con paisaje propio: el rielo del oro en las botellas, la grandeza sangrante de noches que pudieron matar, que no se olvidan. Que nadie busque Chinaskis ni Anarcomas, sino epigramas de la Palatina para descarnar a una mujer o para amarla demasiado, nostalgias infinitas de luz y libertad, cloudy and cool sadness. Y en estos versos está elegantemente nublada la realidad por la música y por el ritmo; nubes segadas en redondo por la navaja que a cada verso final saca el poema. Karmelo, en sus libros -y ésta es una selección que incorpora inéditos-, indaga en el pecho de la tradición última- y no forzosamente contemporánea-, sacando de él los espejos de la vida, sucios de mierda, guarros de tenura contenida. El día en que el espejo de Karmelo se quiebre... ese día o esa noche, y en el mismo instante, se romperán los nuestros.