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EL HOMBRE DESCUADERNADO HERNÁNDEZ CAVA, FELIPE y SANYU

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Resumen

La lenta agonía de su madre, atacada doblemente por el cáncer y por el Alzheimer, sumergió al guionista Felipe Hernández Cava hace seis años en los más oscuros de sus miedos. Aquel proceso deshumanizador en el que se iban cortocircuitando las posibilidades de comunicación entre una y otro le llevaron a pensar en el relato El Horla de Guy de Maupassant, del que el escritor francés escribió hasta dos versiones a lo largo de su vida. El terror de un hombre a perder la razón por la influencia de un ente inconcreto y maligno, a todas luces un doble de sí mismo, en el que algunos han querido ver el presagio de Maupassant sobre su locura, se convirtió en un pretexto para llevar a cabo una catarsis en la que el guionista no se limitó adaptar el cuento sino a ponerse en el lugar del literato, a veces al hilo del auténtico calvario de éste, y otras empleándolo como figura interpuesta entre la sinrazón y la lógica, mero portavoz de angustias ajenas, con un ritmo que quería adecuarse al compás abruptamente sincopado de los atisbos de lucidez de una enferma que, a veces en un pequeño contacto físico, a veces en una mirada, le hacían preguntarse al hijo sobre las zonas de sombras que en ese momento preciso su madre estaba recorriendo. El hombre descuadernado es, pues, el tránsito por un infierno personal y es, también, un homenaje a la persona que le descubrió al guionista el valor de los tebeos para ser intermediarios por igual de los sueños y de las pesadillas. El problema de encontrar un compañero adecuado para ese viaje, que no se podía contar con cualquier estilo, se resolvió cuando el dibujante Sanyú se ofreció para ese paseo por el lado más alucinante de cualquier mente y cuya realización duró, entre muchas dudas e interrogantes acerca del timbre y el tono gráfico que convenían, casi media década.