"El libro no es más que un homenaje a quien fue mi compañero durante 16 años. Este es su epílogo. Los perros son inmortales. Poseen el maravilloso don que las bestias mantienen y los hombres han perdido de la inocencia sobre su muerte. No saben, no tienen conciencia de que han de morir. Pero en el caso de que "Lord", "Lord Jim", hubiera sabido que iba a morir hubiera sabido también que tendría, como tuvo mi mano para descansar su pata cuando el viejo cuerpo ya no le dio más de si. Como supo que tenía mis brazos cuando cada vez con más frecuencia no podía subir las escaleras de casa hasta el primer piso, hasta el despacho donde pasamos tanto tiempo juntos, donde hemos compartido este ultimo libro. Como sé yo que mientras a él le hubiera quedado aliento no me hubiera faltado su cercanía ni su calor ni su cariño. Nunca me faltó la hermosa mirada de sus ojos luminosos que tantas veces me han consolado cuando la desolación por causas ajenas o por mi propia estupidez me ha alcanzado al corazón. Ningún ser vivo ha sabido como él reconfortarme en esos momento de abatimiento y soledad. Y aunque ni él ni yo creemos que haya en unos cielos paralelos un paraíso de agrestes cazaderos poblados de salvajes perdices y huidizos conejos ni un infierno en que nos den caza a ambos escuadrillas de patos con ametralladoras y liebres armadas kalasnikov, sí que tendré para mí en las noches estrelladas y frías del invierno, cuando las estrellas más brillan y destilan el hielo y la belleza por cada una de sus puntas, la nostalgia de nuestros días juntos en la dulce y leve tierra que compartimos. Y que cuando al atardecer, en los cálidos veranos, vea aparecer el lucero vespertino el estremecimiento de mi piel y de mi lágrima serán por el homenaje a lo efímero de su presencia y a su largo recuerdo."