Por más que me esfuerzo, no consigo recordar nada más de mi padre. Mi padre se llamaba Abel...
Como una recua de pesados bueyes, que marchan lentamente, unidos por una ligera cadena que los engarza, los poemas de este libro, a la manera de cantos, se desarrollan por contraste: ha de existir la carne de sus escenas épicas para que, entre res y res, leamos el brillo acerado y en ocasiones corta...