«Para hacerlo bien habría que empezar por divorciarse. Y casarse después. La única manera de conocer verdaderamente al cónyuge es el divorcio. Entonces se obtiene la verdadera medida de su cualidad humana, moral, psicológica. Se tiene acceso a la esencia». Agathe y Jerôme son una de esas parejas aparentemente perfectas: dos hijos, éxito social y económico, un cierto aire artístico y bohemio…Pero la decoración de cartón piedra sobre la que se sustenta su matrimonio se derrumba después de una década de convivencia. Todo aquello que Agathe creía inamovible va a rebelarse como una mera ilusión y después de hallar las pruebas de la traición de su marido, inicia un proceso de divorcio que resultará, como suele ocurrir en la mayor parte de los casos, devastador.