Fragmento de Crítica por Federico Krampack …”Primero, la geografía. Isabel vive en una ciudad llamada Concepción, una zona que se caracteriza a nivel nacional como una olla a presión de talentos innatos, de creación y de orgullos, que parece ser mucho más que eso, pero que también (y a mucha honra siendo penquista) es una ciudad sumamente difícil donde el quehacer artístico general es tremendamente arduo y poco valorado. La ironía y la acidez con que toca ciertos aspectos arribistas y hasta injustos de las actividades, sobretodo literarias, no es mucha ficción que digamos, y eso es un excelente ingrediente crítico a la obra de Odgers. ¿Autobiográfica? ¿Auto condescendiente? ¿Autonomía? Todo puede ser. Concepción es una ciudad efervescente en muchos sentidos, y es el detonante de muchas historias sureñas que cautivan, envuelven al lector en determinados paisajes y señales que sólo los entendidos pueden entender. Y eso es algo mágico para cualquier literatura. Y ‘De tu sangre cautiva’ tiene bastante magia en los subtextos y los personajes. En segundo lugar, el trabajo. El hecho de que Isabel y Pedro, su amigo, su confidente, su hilo conductor, su ‘aire’, tengan la misma profesión en la vida, lleva a pensar que Odgers hace esto cada vez más íntimo. La constante referencia a películas, canciones, lugares (resulta curioso el ejemplo que pone la protagonista en cierto pasaje sobre Michael Douglas en la película de suspenso ‘Atracción fatal’, ya que hace una especie de paralelo entre los hombres ‘distintos’ o extraterrestres, los que le resultan interesantes por ABC motivos, aquellos que no resultan los típicos depredadores sexuales en busca de pasatiempos fáciles o conejos que se asustan con todo, algo que no es para nada una característica de su amigo Pedro), y así sucesivamente. Además, la misma labor de escritor o escritora no es ecuménicamente (se sabe) un sinónimo de éxito instantáneo o de ganancias enormes para pagar deudas y comprar bienes. Ser escritor es una maldición/bendición única, según la mente de nuestra protagonista, y es verosímil. La crítica constante (y además solapada con una crítica indiscutiblemente hacia la dominación masculina en el campo literario a nivel global) que ejerce Isabel a través de toda la narración resulta importante, ya que uno como lector también se autocritica. Si esta novela resulta imprescindible, si la autora resulta buena, si es mala, si debiera comprarlo usado o en una librería como debiera ser, si es maravillosa la novela, si es aburrida, si es tórrida, y un largo etcétera. Odgers a ratos nos tapa en monólogos, y se agradece. A ratos nos llena la boca con rabia existencial, y también se agradece. Ser escritor es una maravilla, pero ser cesante y además mujer en un país tan machista, casi decepcionante y autorreferente como Chile, resulta un poco más lúgubre. Pero entremedio de esa negrura, a través del buen humor, la picardía diaria, los cuchicheos y los amigos, el resultado puede variar de gris a blanco. Contra ese imperialismo masculino de rigor, contra esa amargura de su amigo Pedro disfrazada de buenas intenciones, contra el sistema tosco y festivo de idealizar e inmortalizar a escritores (más hombres, por supuesto), Odgers logra canalizar una serie de párrafos deslumbrantes que parecieran estar tallados en piedra. El tercer aspecto que resulta importante de desglosar es quizás el más punzante y ambiguo de todos y que atraviesa toda la novela: la amistad. Isabel siente una veneración a rasgos erótica con su amigo Pedro, pero lo deja en claro desde el comienzo, es una veneración más intelectual que de carne. Pero una y otra vez se cuestiona la misma mentalidad y personalidad de su amigo, que es obviamente alguien más exitoso que ella y que la ha adelantando en muchos aspectos de su vida. Lo envidia, lo quiere, lo admira, lo regaña, lo invoca, lo recuerda, lo extraña. Si eso no es amor, podríamos decir que es una muy bella amistad…”