El juez Aurelio Cabredo es un hombre tímido y solitario. No falta a misa ningún domingo en la basílica de Begoña, y todos los viernes almuerza un pollo asado. Su único amigo, el forense Benito Cereijo, le dice que está bebiendo de más. Lo cierto es que, desde que sus padres murieron en el incendio d...