El garrote vil constituyó el único método de ejecución establecido por la jurisdicción civil española desde 1832, aunque también lo empleara en ocasiones la jurisdicción militar. Hasta 1900, las ejecuciones fueron públicas, lo que daba lugar a espectáculos particularmente interesantes y curiosos desde el punto de vista sociológico, que la prensa divulgaba de forma muy explícita y detallada. Desde esa misma fecha y hasta 1974, la pena de garrote se aplicaría en el interior de las prisiones, aunque la prensa siguió narrando religiosamente los detalles más morbosos de cada ajusticiamiento. La figura del verdugo, el celo que mostraba (o dejaba de mostrar) a la hora de llevar a cabo su tarea, los últimos momentos de los reos, las opiniones de los ciudadanos sobre cada ejecución, el tipo de delitos que con más frecuencia llevaban al cadalso. Todo ello es analizado en este texto, a partir de una serie de ejemplos escogidos por su relevancia o curiosidad.