Una guía para aprender a sobrevivir en el inmenso y proceloso mar de un mundo cada vez menos humano.
Náufragos. Todos somos un poco náufragos…en nuestro trabajos, en nuestras relaciones, en la sociedad, en la vida. Estamos sumergidos en un fluido uniforme, en el que no distinguimos contornos, solo nos mantenemos a flote.
Con este poemario, Roberto Gallego quiere mostrarnos que en esta situación, no estamos solos ni perdidos. Nos enseña que, muchas veces, la mejor opción no es nadar a favor o en contra de la corriente, si no que, como si de un concepto zen se tratase, el secreto radica precisamente en ese mantenerse, como si de una boya en alta mar se tratase. Deslizarse, fluir... aunque haya viento, aunque el oleaje arrecie... debemos permanecer, permitiéndonos ser a la vez, amarre y referencia.En este océano insondable de información, en estas corrientes que nos arrastran, intentando guiarnos bajo el influjo de la hipnótica voz de falsos profetas/influencers, fabricantes de tendencias artificiales; somos nosotros, los náufragos, los que, sostenidos sobre nuestro precario travesaño de madera, debemos mantener firme nuestro timón vital e intelectual, siendo conscientes de nuestra singularidad, que a la vez, es nuestra arma para no ser engullidos por el monocromático banco/rebaño de peces, que desorientados, siguen los derroteros marcados por otras masas igual de perdidas que ellos.
Si creces sin referentes, si crees todo lo que ves o te dicen, y si actúas como todos actúan, ¿no considerarás a aquellos que divergen, como enemigos o inadaptados?; y estos, a su vez, ¿no se sentirán ajenos y terriblemente alienados por esa sensación de falta de pertenencia? Gallego es claro, la sociedad actual nos enferma; nos enferma si no consentimos en ser como ella quiere moldearnos, con sus cánones, sus reglas, sus códigos…y es ahí donde debemos aprender a nadar, aprovechando los caminos no marcados, aquellos que nosotros elegimos, aquellos que nosotros creamos y hacia donde sabemos que queremos ir. Porque en ese sentido, y somos muy conscientes de ello, la colectividad es cada vez más cruel y se ensaña con mayor virulencia, con todas las nuevas individualidades que no sean capaces de reflejar de forma especular la imagen que ella misma ha creado e impuesto, considerándola modélica, aunque esta se repita ad nauseam, como si una atracción de feria se tratase.
De esta forma, poema a poema, brazada a brazada, vamos vislumbrando el horizonte; porque esta obra es una guía, un mapa secreto, una brújula que nos señala cómo llegar a tierra firme; a una isla que no es la misma para todos los que anhelan alcanzar sus orillas. Porque la mayor enseñanza de estos versos, radica en hacernos ser conscientes de que, dentro de nosotros, existe nuestra propia e intransferible Ítaca, y qué es allí, hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos, aunque a veces, nos acechen los terribles monstruos abisales de la común desaprobación. (José María Durán, 22 de enero de 2024
hace 11 meses