La mayoría de las ocasiones, las grandes creaciones se originan a partir de ideas simples. Simples, pero de una originalidad tal que sorprenden a cualquiera. De ahí que el resultado sea grandioso.
Podemos decir que esta novela nace de la ocurrencia de Umberto Eco de combinar su prolijo conocimiento medieval con una trama policiaca. Y siendo cierto que ocurrencias así no están al alcance de cualquiera, lo es más aún que nadie puede desarrollarlas con semejante maestría. El nombre de la rosa es una obra culta donde las haya, que sin embargo, tiene todos los elementos de la novela negra actual, constituyendo en sí misma un perfecto ejemplo de que las Humanidades no están reñidas con el entretenimiento. Cierto es que no es precisamente una nóvela fácil de leer, y que probablemente no sea apta para todo el mundo. Pero el espacio es escueto, y es mejor limitarme a dar mi opinión.
El nombre de la rosa es una historia trepidante, de ritmo rápido, desarrollada en una abadía que es pintada a la perfección por el medievalista italiano, descrita con una lucidez tal que crean en el lector la sensación de que no la conocería mejor si hubiera paseado entre sus muros. La mayoría de sus personajes son brillantes (algunos históricos y otros ficticios), de una personalidad muy bien dibujada por el autor e ilustrativos de su marco histórico. Pero El nombre de la rosa es, a su vez, una fuente inagotable de información acerca de la sociedad del medievo, la vida monástica y la historia del Cristianismo. Eco, sin embargo, lejos de interrumpir la narración para disertar sobre estos temas que a la vista está que le apasionan, sabe acoplarlos a la trama, de tal forma que en casi todo momento el lector tiene la sensación de estar leyendo una novela más negra que histórica. Pero, mientras tanto, está pasando las páginas de una de las mejores novelas de todos los tiempos.
hace 7 años
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