El autor define esta novela como una obra “siniestra”. ¿Qué quiere decir con ello? ¿Habrá que situar el libro en la línea que va, por ejemplo, de Edgar Allan Poe a Jean Ray, pasando, si se quiere, por novelistas del misterio y el horror como Stoker, Meyrink o Lovecraft? Sin duda se trata de un “viaje” por muy temibles territorios en los que, en cualquier momento, puede saltar a nuestro lado la desconocida alimaña del miedo, capaz de erizar nuestros cabellos: de horripilarnos, a la manera que la biología describe con una precisión científica que no excluye la existencia de lo inexplicable a nuestro alrededor. Monstruo de tres cabezas este libro –como el perro guardián de los infiernos–, una de ellas emerge en California, otra en Madrid y Barcelona (donde los productores de terror son niños más o menos angelicales), y, por fin, la tercera y más horrible cabeza respira en el País Vasco, en un ambiente de misterio, clandestinidad y violencia. El fantasma de “Melmoth el errabundo”, aquel famoso personaje de la novela gótica que muchos creían muerto, sigue vagando, reapareciendo bajo diferentes formas en todos estos misteriosos y, sin embargo, muy concretos ambientes del actual, e insólito, relato. El concepto de siniestro (Unheimlich) que en esta obra se desarrolla tiene muy en cuenta el análisis que de él hizo Freud en un ensayo no muy conocido y todo él lleno de sugerencias. Lo siniestro sería lo contrario de lo familiar, de lo apacible, de lo confortable, pero en ese siniestro se reconocería, con el consiguiente horror, la estructura de nuestra vida familiar y corriente. Los fantasmas aparecen entonces como personajes de nuestra vida cotidiana; y ello sucede en esta obra y es la causa de que muchos de sus pasajes no puedan ser leídos sin un profundo estremecimiento.