Croquis a mano alzada, publicado por primera vez en 1976, es la tercera novela de Julio Manuel de la Rosa. La crítica había señalado ya el cuido formal y la voluntad del autor en la creación de estructuras narrativas simbólicas. Rafael Conte señaló en su momento «la fértil deuda literaria de Julio M. de la Rosa con el universo de Juan Benet». Apoyado en una escritura minuciosa, el autor ilustra el posible significado de una serie de metáforas eróticas, que inevitablemente conducen a la muerte: un personaje parecido a Dante es devorado por una Beatriz insólita; una monja de clausura se debate entre el amor carnal más desalmado y pecaminoso y su compromiso con la repetición de su propio pueblo oprimido; un brillante ejecutivo moderno, traductor de Joyce, se enamora de una Beatriz imposible. Treinta y tres años después de su publicación, Croquis a mano alzada sigue conservando lo que el escritor rumano Vintila Horia llamó «su insoslayable capacidad lingüística de alegato sobre el pesimismo y el vacio de nuestro tiempo». En la otra novela que recoge este volumen, Antoñita Cincodedos, una ramera sevillana que tiene la misma edad que las campanas de la Giralda, evoca al borde de la muerte su larga existencia que es, a su vez, una especie de biografía fragmentada y secreta de la hermosa, difícil y levítica ciudad de Sevilla. Con una escritura sugestiva de aparente claridad, el autor nos ofrece un breve y contenido texto narrativo, una novela deudora de la gran herencia de la picaresca española, a través de los recuerdos de una ramera dotada de una memoria prodigiosa, cuyo encuentro con Cervantes, aquí narrado, fue calificado de «memorable y bellísimo» por el escritor Fernando Quiñones.