Son raras las veces donde una novela tan maravillosamente redactada, genera cierto distanciamiento con el lector. Este fue el caso del primer tomo de una trilogía circunscrita en el jade, piedra filosofal del poder. Tal como se señaló, eso no quiere decir que sea una novela descompuesta en su argumento, ni mucho menos, simplemente que no se experimentó esa conexión inmediata con las novelas y sus tramas nutrientes. La razón de ello puede deberse a la prolongación a veces innecesaria de la autora en ir al grano sobre resolver asuntos o la superficialidad de algunos personajes que conocemos como seres autómatas que dan por sentado la fidelidad al clan. No obstante, revela con agilidad la maquinaria por la cual funciona Kekon y sus ciudadanos a través de los clanes – mafias al estilo, como ha sido remarcado en varias ocasiones por críticos literarios, ´El Padrino´ de Puzo – que han sido perpetuados siglos tras siglos. Lo interesante y encomiable aquí es precisamente crear desde cero una sociedad inmersa en intrigas que evocan mucho a todos esos universos fantásticos con sus reglas, como El Señor de los Anillos, que cuenta con su geografía, política e ideología religiosa, siendo este último una característica de enclave que permite la profundización de quienes interactúan entre sí desde sus motores que funcionan con la venganza y el ajuste de cuentas. Otro de los aciertos de su historia como tal, es la presencia de las artes marciales – kung fu, con mayor precisión –, un pincelazo de la afición confesada por la autora en sus últimas páginas. Pese a ello, que son más las noblezas que sus fealdades, juzgo no continuar con la historia de Fonda por no sentir el chispazo imprescindible que debe llamear en el lector desde un principio. No cabe duda de que la conexión entre la literatura y quien la estudia, es elemental.
hace 10 horas