Disparan a quemarropa con palabras certeras, ordenan callar con la mirada, matan con un gesto de su boca. Así son un cuatrero metido a boxeador y un torero reconvertido en asesino a sueldo. Demasiado calor para malgastar saliva, demasiados enemigos para conceder una media sonrisa. Hasta para una jo...