«Mi padre me compró en la ciudad por 365 francos. Eso es mucho dinero, más aún por una niña que no tiene ojos en la cara. A mis padres se lo oculté durante tanto tiempo como pude; si quieres convertirte en hija, es preferible no destruir sus esperanzas nada más cruzar la puerta. Eso nos lo inculcó l...