Una parte de la situación internacional arranca, precisamente, de 1914. Desde los conflictos en Oriente Medio al destino de la moderna Turquía como potencia emergente, la nueva Rusia nacionalista, la hegemonía económica alemana en Europa o incluso la globalización tienen más que ver con las problemáticas de hace un siglo que con el final de la guerra fría. Por lo tanto, se podría decir que 2014 es nieto de 1914, en tanto que la desaparición de la Unión Soviética, un fenómeno histórico surgido de la Gran Guerra, nos devuelve a tensiones que fueron origen y consecuencia de ese conflicto, el último gran enfrentamiento continental provocado por el nacionalismo. Pero para entender ese vínculo, hay que remontarse a 1918. En ese año, las hostilidades cesaron en las trincheras de los frentes occidentales, pero no en los del Este y Oriente, donde la guerra se fue extinguiendo a lo largo de los siguientes cuatro años, con secuelas decisivas para el resto del siglo. Por lo tanto, lo que tradicionalmente se ha presentado como una única Gran Guerra fueron, en realidad, dos: una crisis de Oriente que inesperadamente desencadenó otro conflicto de naturaleza diferente entre las mayores potencias industriales de Europa, que desembocó en un sangriento empate, resuelto por la intervención de Estados Unidos; aquella, con sus propias reglas, se prolongó unos años más. Este libro trata la “gestión de la guerra” por parte de militares, políticos y diplomáticos y ofrece hipótesis para entender por qué fracasó la paz en 1914, pero también en 1918, y por qué cuando llegó, por fin, en 1923, ya era demasiado tarde para impedir un nuevo conflicto mundial.