A lo largo de las siete narraciones de este volumen, conoceremos a la fascinante y decidida Miss Gladden, una mujer fuerte, misteriosa —sus circunstancias personales e incluso su nombre real nunca llegan a revelarse— y con unas habilidades para la lógica y la deducción que anticipan las del mismísimo Sherlock Holmes, con quien comparte además el desdén por la policía convencional y sus métodos. Ya sea para solventar casos de asesinato, de robo o de fraude, busca pistas concienzudamente, se introduce de incógnito en las escenas del crimen y rastrea a los sospechosos a la vez que se encarga de borrar bien sus propias huellas y de identificarse como detective solo cuando la ocasión de veras lo requiere.
Publicada originalmente en 1864, cuando todavía no había mujeres policía en Gran Bretaña —y no las habría hasta cincuenta años después—, Andrew Forrester abrió una necesaria y fructífera vía al otorgar el protagonismo de su obra a la primera detective profesional en la historia de la literatura. Y al igual que el crimen y el engaño no han dejado de florecer desde entonces, tampoco lo han hecho la intuición y el ingenio que tan disfrutablemente nos ofrecen estas páginas.