La primera reimpresión del libro de Antonio Cabezas es una noticia de primer orden para el mundo de los estudios japoneses, ya que supone, por una parte, un éxito rotundo de la primera edición, que se agotó prácticamente nada más publicarse en el año 1995 y no hace más que poner de relieve la necesidad que tenemos aún de contar con estudios que aporten nuevas perspectivas desde el punto de vista ibérico, ya que sigue siendo este un campo inagotable de investigación que complementa investigaciones anteriores realizadas por japonólogos del mundo anglosajón. Cuenta el profesor Cabezas cómo tiene lugar el primer momento de encuentro entre España y Japón hace más de cuatro siglos: en 1543 un pequeño barco chino en el que viajaban tres portugueses arribó fortuitamente a las costas de Tanegashima, pequeña isla situada al sur del archipiélago, episodio que dio inicio a llegada de nuevas embarcaciones de comerciantes lusitanos y al establecimiento de una importante red de intercambios de productos. Seis años después, en 1549, llegó a Japón el jesuita español San Francisco Javier, quien inició la evangelización del país y abrió la puerta del archipiélago a los misioneros cristianos. Desde entonces y durante el periodo conocido como el 'siglo ibérico (1543-1643)', japoneses, españoles y portugueses establecieron estrechos contactos gracias al intercambio comercial y a la intensa labor llevada a cabo por los misioneros.
El gran mérito de Antonio Cabezas ha sido sintetizar en este libro lo que sucedió en Japón en ese siglo, y hacerlo de una manera deleitable e instructiva, con un lenguaje arrollador y, en ocasiones desenfadado. Antonio Cabezas, nacido en Palma del Condado (Huelva) el 17 de febrero de 1931 y fallecido el 1 de abril de 2008, sufrió el exilio junto a sus padres, ya que después de la guerra civil se marchó a Valencia y de aquí a Francia para volver a Huelva. Una vez en su tierra natal estudió en el Colegio Colón de los Hermanos Maristas. Aunque inicialmente su vocación lo llamaba hacia una vida civil para cursar estudios en la Escuela de Ingenieros de Caminos, decidió ingresar en la Compañía de Jesús. Se trasladó a Irlanda, al noviciado que los jesuitas tenían en Tullamore, St. Stanislaus, donde permaneció de 1954 a 1957, año en que partió hacia Japón, país al que llegó el 6 de agosto de 1957, coincidiendo con el decimosegundo aniversario del ataque nuclear a Hiroshima.