¿Es El oro de Cajamarca una novela histórica? Es quizás una pregunta que podríamos hacernos al terminar esta pequeña nouvelle de Wassermann, en la cual asistimos a los últimos días de Atahualpa, el último gran Inca del Perú, y su captura y ajusticiamiento por parte de Francisco Pizarro y sus hombres. Porque El oro de Cajamarca lo tiene todo para ser una novela histórica modélica: un relato histórico definido, una consciente documentación detrás, pero escondida entre el desarrollo de la historia, y una narratividad impecable apoyada en un estilo limpio y fluido. Lo que sucede es que El oro de Cajamarca, a pesar de su corto número de páginas, es más que una novela histórica al uso. La emboscada a Atahualpa, su posterior encarcelación, y los intentos por comprar su libertad a base de una habitación entera llena de oro es una reflexión de bastante alcance sobre las raíces capitalistas de la civilización occidental, sobre su ansia de oro y la perversión de los valores humanos. Y es lo que lo hace una grandísima novela, que trasciende con mucho el mero relato de un episodio histórico. Su narrador, Domingo de Soria Luce, uno de los expedicionarios que siguen a Pizarro, se desdibuja, despersonalizándose para erigirse en paradigma de una voz crítica sobre nuestra propia naturaleza. Thomas Mann admiraba a Wassermann, y El oro de Cajamarca es un gran ejemplo de por qué. Una lectura liviana en apariencia, entretenida, accesible, pero dotada de un gran estilo y un trasfondo en absoluto banal. (Carlos Cruz, 7 de julio de 2015)
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