El arrecife parecía interminable. Visto desde lejos recordaba una muralla gruesa, larga y espumosa, que protegía el costado oriental de la isla de la permanente embestida del mar abierto. Desde las lomas más altas y frescas, donde la brisa soplaba y sacudía los palmerales sin cesar, se apreciaba la extensa cicatriz de corales estirada hasta el brumoso horizonte, zigzagueando hasta desaparecer en la azulosa lejanía. Era tan marcado el contraste, que los nativos del archipiélago se referían al arrecife como la Gran Pared, the Great Wall, como si fuera una serpenteante frontera que separaba dos mundos no sólo diferentes, sino ante todo irreconciliables. Él tenía siete años por entonces? Las novelas de iniciación no tienen tradición en la narrativa en lengua castellana y a esto viene a poner remedio Juan Carlos Botero, con esta magistral incursión en el "territorio Hemingway". En esta maravillosa novela, nos encontramos con una galería de personajes que nos pueden recordar a arquetipos de la gran tradición literaria anglosajona, y que a la vez pasarán a formar parte de nuestra memoria literaria, en definitiva personajes que sudan humanidad por todos sus poros. Alejandro, el muchacho que aprenderá a vivir a través del reto que le propone su tío Ernesto, y el propio Ernesto que madurará a partir de los reflejos que le devuelven sus relaciones con el joven, son el centro de las aventuras que transcurren en una isla del Mar Caribe en la actualidad. El Mar será amigo y enemigo, y el arrecife coralino el gran desafío contra cuyas rocas se han estrellado los más diestros navegantes y los más expertos marineros. Nadar en el mar de la vida exige algo más que una técnica depurada, exige el valor de enfrentarse a los propios límites y salir indemne. El autor nos enseña que los seres humanos tenemos una enorme relación con el mar. Las lágrimas, la saliva, todos los fluidos humanos son elementos salinos, como en el mar. Y esa semejanza, esa afinidad es uno de los temas principales de esta novela.