Contrabandistas, guardias, párrocos y brujas coinciden en una posada en la Cornisa Cantábrica. Muchos no vivirán para ver un nuevo día. La aparición de Bill el Largo con un camión cochambroso cargado de dinamita por un acantilado flanqueado por lobos define perfectamente ante quien estamos. Un lanzador de cuchillos demasiado resacoso para tratar de escapar de la mala suerte que le persigue, un pirata malhablado que cuenta los días por pintas de cerveza sin más honor que la camaradería de barra de bar. Todo en un tiempo peligroso sin reglas ni ley destinado a desaparecer, una época condenada a un crepúsculo inminente. Las creaciones de Edgar-Max son balas perdidas fuera de lugar con las que me encantaría tomar una cerveza.