Unas figuras extrañas, realizadas con sangre y huesos sobre los muros de la imponente fortaleza de Xiquena (a la que los árabes llamaban Gehena “del infierno”), es lo que se encuentra el caudillo Alonso Fajardo, el Bravo, a su llegada a la misma. Y lo que es aún más preocupante: las puertas, abierta...