«La abuela Victoria tiene un momento de lucidez antes de morir. Suspira jalando aire como si fuera a encender un motor. La tomo de la mano y le digo al oído: Abuela, ¿me perdonas?. Voltea la cara y me dice: No. Para una preta kriatura komo sos, no ai pedron». A medio camino entre la novela, la poesí...